Sobre el humano más antiguo 230 mil años, los nuevos: descubrimientos y métodos de detección e investigación.

La edad del 'Homo sapiens' sería más antigua de lo que se cree.

La edad de los fósiles más antiguos ampliamente reconocidos como representantes de nuestra especie, el Homo sapiens, ha sido incierta durante mucho tiempo.

Ahora, la datación de una enorme erupción volcánica en Etiopía revela que son mucho más antiguos de lo que se pensaba. Se estima que los restos humanos más antiguos del este de África están datados hace más de 230 mil años, según investigadores en la revista "Nature".

Los restos conocidos como "Omo I" se encontraron en Etiopía a finales de la década de los 1960 y los científicos han intentado fecharlos con precisión desde entonces, utilizando las huellas químicas de las capas de ceniza volcánica encontradas encima y debajo de los sedimentos donde se hallaron los fósiles.

A mayor abundamiento, se puede señalar que: Los hombres de Kibish son fósiles de Homo sapiens antiguo, encontrados en la formación rocosa de Kibish, valle del río Omo, en el sur de Etiopía, descubiertos en 1967 por Richard Leakey (1944 - 2022). Fueron encontrados un cráneo incompleto y partes del esqueleto, de un individuo al que se ha denominado "Omo I".


La formación Omo Kibish, en el sur de Etiopía, presenta depósitos en capas de más de 91 kilómetros de espesor que han conservado muchas herramientas y restos humanos antiguos. Foto Céline Vidal

Un equipo internacional de científicos, dirigido por la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, revaluó la edad de los restos del Omo I y del Homo sapiens como especie. Los intentos anteriores sugerían que tenían menos de 200 mil años, pero la nueva investigación demuestra que deben ser más antiguos que una colosal erupción volcánica que tuvo lugar hace 230 mil años.

Los restos del "Omo I" se encuentran en la formación Omo Kibish, en el suroeste de Etiopía, dentro del "Valle del Rift" de África Oriental. La región es zona de gran actividad volcánica y una rica fuente de restos humanos primitivos y artefactos como herramientas de piedra.

Mediante la datación de las capas de ceniza volcánica que se encuentran por encima y por debajo de los materiales arqueológicos y fósiles, los científicos identificaron el Omo I como la evidencia más temprana de nuestra especie, el Homo sapiens. Ha señalado Céline Vidal, que forma parte del Departamento de Geografía de Cambridge, y es la autora principal del trabajo: “Utilizando estos métodos, la edad generalmente aceptada de los fósiles de Omo es inferior a 200 mil años, pero ha habido mucha incertidumbre en torno a esta fecha. Los fósiles se encontraron en secuencia, debajo de una gruesa capa de ceniza volcánica que nadie había conseguido datar con técnicas radiométricas porque la materia es de grano demasiado fino.”

Como parte de un proyecto de cuatro años dirigido por Clive, Oppenheimer y Vidal, conjuntamente con sus colegas han intentado datar todas las grandes erupciones volcánicas del Rift etíope en torno a la época de la aparición del Homo sapiens, periodo conocido como el "Pleistoceno medio tardío".

El Pleistoceno corresponde con la etapa del "Paleolítico" del desarrollo humano. El modo de vida de aquellos homínidos era tipo cazador - recolector, en una etapa temprana que les permitía encontrar el sustento alimentario, pero también, ropa, material para quemar y construir. elaborar herramientas y aún cabañas para habitación. Se caracterizó por el uso de la piedra tallada aunque también se usaban otros utensilios hechos de otros materiales como son: el hueso, las astas, la madera y el cuero, así como fibras vegetales, etcétera.

La fabricación de herramientas de piedra comienza en el "Paleolítico Inferiorcon la aparición del "Homo Habilis" a quien se identifica como creador de la cultura "Olduvayense" o "industria de modo 1", es una de las formas de denominar a las primeras industrias humanas de la pre historia ubicada en el continente africano. Reciben tal apelativo a causa de que uno de los yacimientos más importantes, donde tales industrias han sido halladas,  es de la "Garganta de Olduvai".

Estos científicos recogieron muestras de roca pómez de los depósitos volcánicos y las molieron hasta un tamaño submilimétrico. Señala Vidal lo siguiente: “Cada erupción tiene su propia huella dactilar, su propia historia evolutiva bajo la superficie, la cual viene determinada por el camino que siguió el magma . Una vez que se ha triturado la roca se liberan los minerales y entonces se puede fecharlos e identificar la firma química del vidrio volcánico que los mantiene unidos. Los investigadores llevaron a cabo nuevos análisis geoquímicos para relacionar la huella digital de la gruesa capa de ceniza volcánica del Sitio de los Homínidos de Kamoya (ceniza KHS) con una erupción del volcán Shala, a más de 400 kilómetros de distancia. Primero descubrí que había una coincidencia geoquímica, pero no teníamos la edad de la erupción de Shala, e Inmediatamente envié las muestras de este volcán a los colegas de Glasgow para que midieran la edad. Cuando recibí los resultados y descubrí que el Homo sapiens más antiguo de la región era más viejo de lo que se suponía, me emocioné mucho". 


El niño de Nariokotome o niño de Turkana es el apodo del fósil KNM-WT 15000 (cifra de referencia por Kenya National Museum-West Turkana); y se trata de un esqueleto casi completo —tan solo faltan manos y pies— correspondiente a un joven homínido que falleció entre los 11 y 12 años de edad, hace aproximadamente 1,6 millones de años, descubierto el 23 de agosto de 1984 por el paleoantropólogo experto buscador Kamoya Kimeu, que formaba parte del equipo de Richard Leakey. (arriba); (abajo) Niño de  Nariokotome Reconstrucción Facial Forense. Del el Museo Americano de Historia Natural. Tomadas de wikipedia. 


A continuación, el equipo fechó muestras de piedra pómez del volcán con una antigüedad de 230 mil años. Como los fósiles del Omo I se encontraron a mayor profundidad que esta capa de ceniza en particular, deben tener más de 230 mil años.

El coautor y codirector de la investigación de campo, Asfawossen Asrat, de la Universidad de Addis Abeba (Etiopía), detalla: "La Formación Omo Kibish es un extenso yacimiento sedimentario al que apenas se ha accedido e investigado en el pasado. Nuestro examen más detallado de la estratigrafía de la formación Omo Kibish, en particular de las capas de ceniza, permitió elevar la edad del Homo sapiens más antiguo de la región a por lo menos 230 mil años".

Aurélien Mounier, del Museo del Hombre de París, y coautor del estudio complementa lo antes establecido: “A diferencia de otros fósiles del Pleistoceno medio que se cree que pertenecen a las primeras etapas del linaje del Homo sapiens, Omo I posee inequívocas características humanas modernas, como bóveda craneal alta y globular y mentón. La nueva estimación de la fecha, de facto, lo convierte en el Homo sapiens más antiguo de África, sin discusión.”

Los investigadores afirman que, aunque este estudio muestra una nueva edad mínima del Homo sapiens en África oriental, es posible que nuevos hallazgos y estudios amplíen la edad de nuestra especie aún más atrás en el tiempo.

Finalmente concluye  Vidal: “Sólo podemos datar a la humanidad basándonos en los fósiles que tenemos, así que es imposible decir que ésta es la edad definitiva de nuestra especie. El estudio de la evolución humana está siempre en movimiento: los límites y las líneas de tiempo cambian a medida que mejora nuestra comprensión. Pero estos fósiles muestran lo resistentes que son los humanos: que sobrevivimos, prosperamos y emigramos en una zona tan propensa a los desastres naturales.”

Resalta Oppenheimer: “Probablemente no sea una coincidencia que nuestros primeros ancestros vivieran en un valle de fisura tan activo geológicamente: recogían las precipitaciones en lagos, proporcionando agua dulce y atrayendo a los animales, y servía como corredor natural de migración que se extendía miles de kilómetros. Los volcanes proporcionaban materiales fantásticos para fabricar herramientas de piedra y, de vez en cuando, teníamos que desarrollar habilidades cognitivas cuando las grandes erupciones transformaban el paisaje”.

“Nuestro enfoque forense proporciona una nueva edad mínima para el Homo sapiens en el este de África, pero el reto sigue siendo dar un tope, una edad máxima, para su aparición, la cual se cree ampliamente que tuvo lugar en esta región –destaca la coautora, Christine Lane, directora del Laboratorio de Tefra de Cambridge, donde se llevó a cabo gran parte del trabajo–. Es posible que los nuevos hallazgos y los estudios amplíen la edad de nuestra especie incluso más atrás en el tiempo.”

Y en apoyo a esta última idea, se encuentra esta información:

Se encuentra a disposición en internet, una conferencia dictada por Carlos A. Marmelada, llamada "Evolución Humana: los descubrimientos más recientes.", realizada en la Universidad de Navarra el cinco de noviembre del 2005. De ella se extraen los dos capítulos concerniente a los orígenes de los humanos:

Nuestros antepasados directos más antiguos I. Homo sapiens idaltu.

Siempre ha sido un gran enigma saber cuáles fueron nuestros antepasados directos más antiguos. A finales de la década de los sesenta del siglo XIX se suponía que, con sus poco más de treinta mil años, eran los cromañones. Pero en los años treinta del siglo XX se descubrió en Israel (cueva de Mugharet et-Skhul o en la cueva de Djebel Qafzeh) restos de humanos anatómicamente modernos (morfológicamente similares a nosotros aunque con ligeros rasgos arcaicos) con noventa mil años de antigüedad. Los estudios genéticos que se irían desarrollando durante la década de los ochenta acabaron por sugerir que nuestro origen estaba en África y que debía tener entre ciento cincuenta mil y doscientos mil años. Aunque hubo una fuerte polémica los numerosísimos estudios que se hicieron durante los noventa no dejaban de confirmar estos datos. Pero no había pruebas físicas. Finalmente, en el 2003, se darían a conocer. En efecto, el 12 de junio de 2003 el inefable Tim D. White anunció que su equipo había descubierto (en 1997) en la localidad Etíope de Herto (en el curso medio del río Awash) (47) los restos humanos de Homo sapiens más antiguos conocidos hasta la fecha. White los ha asignado a una subespecie de nuestro género: Homo sapiens idaltu. Este último nombre significa "anciano" en amhárico, una lengua de origen semítico hablada en el norte y el centro de Etiopía. Los restos tienen entre ciento cincuenta y cinco mil y ciento sesenta mil años (48) , y son, por tanto más antiguos que los encontrados en la desembocadura del río Klasies (Klasies river Mouth, en Sudáfrica), y que podrían tener un edad máxima de ciento veinte mil años. Una de las características más espectaculares de estos restos fósiles es que mostraban haber sido sometidos a canibalismo de carácter ritual. De confirmarse este dato estaríamos ante el comportamiento simbólico más antiguo que se conozca hasta la fecha.

Los cráneos de Omo Kibish.

Un año y medio después del anuncio de la existencia de los fósiles de Herto saltó a la palestra una nueva noticia sobre quiénes podrían ser los fósiles de humanos de nuestra especie más antiguos.

En 1967 un equipo de investigación dirigido por un joven Richard Leakey (el mismo que lideraba el equipo que encontró el esqueleto del Niño de Nariokotome o Turkana Boy) halló dos cráneos de Homo sapiens en la Formación Kibish a orillas del río Omo, en Etiopía (y situada unos centenares de kilómetros al sur de Herto).

Pronto surgieron dos problemas relacionados con estos cráneos. Por una parte, Omo I presentaba rasgos notoriamente más modernos; y, por otro lado, estaba la cuestión de la datación. Primero se supuso que tenían unos ciento treinta mil años de antigüedad, algo de por sí ya muy notorio. Posteriormente se afirmó que podrían tener hasta ciento sesenta mil años (la misma antigüedad que los restos de Herto). Pero en febrero de 2005 Ian McDougall (de la Universidad Nacional de Australia, en Canberra), Francis Brown (de la Universidad de Utah) y John Fleagle (de la Universidad de Stony Brook, en Nueva York) publicaron un artículo en la revista Nature (49), en el que afirmaban que la nueva datación de los dos cráneos (técnicamente conocidos como Omo I y Omo II, y de constitución anatómicamente moderna) les atribuye una edad de ciento noventa y cinco mil años.

Para hacer esta nueva datación el equipo de McDougall se desplazó hasta el mismo lugar en el que fueron hallados los cráneos para recoger rocas sobre las cuales habían estado depositados los restos fósiles. La fortuna les sonrió y, además, encontraron también un fémur de sapiens. El análisis de estos testimonios geológicos, usando distintos métodos de datación, llevó a estos investigadores a sostener que la antigüedad de estos restos humanos anatómicamente modernos puede ser perfectamente de 195 mil años. De este modo serían los restos humanos más antiguos de miembros de nuestra especie. No obstante, los propios autores de esta investigación reconocen que existe la posibilidad de que los restos fósiles tengan una antigüedad de 104 mil años, aunque creen que la fecha más alta es la más probable. 

De confirmarse la "cronología larga" para estos restos, se corroboraría la hipótesis de que el origen de nuestra especie se encuentra en África (hipótesis "Out of Africa"); lo que concordaría también con la inmensa mayoría de los datos proporcionados por la genética, que afirman que nuestra especie se originó en aquel continente hace entre ciento cincuenta y doscientos mil años. Lo que ya no está tan claro es la opinión de Francis Brown según la cual la conducta humana moderna apareció hace cincuenta mil años. Los datos aportados por Henshelwood, en Sudáfrica (Blombos Cave y Klasies River Mouth, por ejemplo) parecen testimoniar la existencia signos claros de conducta humana moderna, expresada a través de los elementos culturales que nos han llegado en el registro arqueológico, desde hace, por lo menos, unos ochenta mil años (50).

Como siempre ha sucedido, las nuevas noticias, encuentran mucha resistencia por parte de los especialistas, que se encuentran atados a las verdades aceptadas por la comunidad de especialistas, ello como un mecanismo de defensa, que busca proteger a la buena marcha de las teorías. Y esto no es privativo de la Arqueología, sino que impera en otras disciplinas científicas y aún en la vida cotidiana, es una condición muy humana.

Hasta aquí la exposición realizada en la Universidad de Navarra.

Recordando que en el Periódico La Jornada, apareció el Viernes 27 de diciembre de 2013:

La revista científica Nature reveló que el ADN humano más antiguo del mundo se encuentra en un fémur de 400 mil años de antigüedad, descubierto en los años 70 en la Sima de los Huesos de Atapuerca (provincia de Burgos, España).

Una colaboración entre el equipo de investigación de ese sitio, que codirige el paleontólogo Juan Luis Arsuaga y el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, permitió secuenciar con nuevas técnicas el genoma mitocondrial casi completo del hueso hallado en 1976 en ese sitio y que data del Pleistoceno Medio.

Antes, sólo del permafrost (suelo permanente congelado de las regiones polares) se había recuperado ADN de esta antigüedad, pero no humano, informó la afamada publicación. El hallazgo paleontológico sorprendió a los investigadores, porque se comprobó que los individuos de la Sima de los Huesos no están emparentados con los neandertales, sino con los denisovanos, una población del sureste asiático. Posteriormente se ha reconocido que mostraba mayor relación con el ADN denisovano que con el neandertal.

En Atapuerca se han hecho hallazgos que han cambiado la historia de la humanidad, asegura en entrevista con este diario,  Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954), quien en los últimos veinte años ha participado en descubrimientos que han revolucionado el pensamiento científico sobre la evolución humana.

En los yacimientos de Burgos se han encontrado evidencias prehistóricas que datan de un millón doscientos  mil años, como el hallazgo en 2007 de una mandíbula humana que pertenece al europeo más antiguo de la historia encontrado hasta el momento, explica el también director científico del Museo de la Evolución Humana, quien visitó hace unos meses la ciudad de México con motivo del Simposio Román Piña Chan, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

En las excavaciones –añade el ganador del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica– “también se localizaron en 1994, once individuos que tienen 800 mil años antigüedad, de la especie Homo antecesor. Lo sorprendente del hallazgo es que practicaban el canibalismo de forma habitual. No se sabía que este tipo de comportamiento se había desarrollado en la especie humana. Fue una gran noticia”.

El descubrimiento ocurrió en el área conocida como la Gran Dolina. Los restos fósiles de los once individuos, jóvenes de entre ocho y dieciocho años de edad, presentaban marcas de cortes, indicando que fueron desmembrados, decapitados y consumidos, lo que confirmó que el homo antecesor practicó un canibalismo gastronómico o alimenticio, como estrategia de supervivencia.


Juan Luis Arsuaga visitó hace unos meses la ciudad de México con motivo del Simposio Román Piña Chan, organizado por el INAH. Foto Universidad Complutense de Madrid.

De acuerdo con las investigaciones realizadas por los arqueólogos, geólogos y paleontólogos, este descubrimiento es insólito porque los animales del grupo al que pertenecemos (primates mayores), no practican el canibalismo; curiosamente, la antropofagia es un comportamiento específicamente humano.

El también catedrático de Paleontología Humana en la Universidad Complutense de Madrid, relata que en los yacimientos de Atapuerca, que se distribuyen en la "Sima de los Huesos"", la Gran Dolina" y la "Sima del Elefante", se han encontrado la mayor colección de fósiles humanos de la historia, esto es, más de dos mil quinientos.

El trabajo en las cuevas de la sierra no ha sido fácil, porque se trata de espacios reducidos y de gran humedad. Sin embargo, el equipo de especialistas ha realizado las excavaciones en todos los yacimientos, indica Arsuaga.

Esa zona fue declarada por el gobierno español Espacio de Interés Natural, Bien de Interés Cultural y Patrimonio de la Humanidad, como consecuencia de los excepcionales hallazgos arqueológicos y paleontológicos, en el que hay testimonios fósiles de distintas de homínidos: homo antecessor, homo heidelbergensis y homo sapiens.

Hemos excavado una pequeña parte de la "sierra de Atapuerca" y hay fuertes expectativas de que aumente el número de hallazgos y la cantidad de información. No solamente interesan los yacimientos con fósiles humanos, también hay registros de ocupaciones y actividades humanas aunque no hay fósiles humanos, detalla Arsuaga, quien ha dedicado toda su vida profesional a ese proyecto y al Museo de la Evolución Humana.

Las divergencia indican que, se habría separado del antepasado común, los denisovanos hace unos 700 mil años, mientras que los neandertales divergieron de los humanos modernos hace unos 370 mil años. Desde el año de 2010, se han obtenido evidencias de acuerdo al ADN mitocondrial, que el primer grupo se habrían originado por el aislamiento generado a partir de una migración de homínidos venidos desde Africa , y que fue independiente de las que hicieron los otros contingentes que dieron origen a los neandertales y a los humanos modernos.

Asegura que existen otros yacimientos en la zona que en total abarcan un millón trescientos mil años de historia. Asimismo, comenta que está interesado en exhibir en el Museo de la Evolución Humana en España, las exposiciones que el INAH ha presentado en México sobre los primeros pobladores de América, las prácticas funerarias durante la época prehispánica y las enfermedades en la antigua población.

Estamos planeando exhibir algunas exposiciones para mostrar las piezas óseas humanas como vértebras, cráneos, costillas y mandíbulas que formaron parte del esqueleto de los primeros pobladores de América de hace catorce mil años.

Otra exposición que le interesa llevar a Burgos es: "Enfermedades que dejaron huella en la población pretérita de México", que se exhibió en 2005 y que hace referencia a patologías como traumatismos, procesos inflamatorios, tumores óseos, osteoporosis, así como patología dental.

La momia en perfecto estado de Amenhotep I se desenvuelve tras 3 mil años.

Científicos egipcios han utilizado la "Tomografía Computarizada" (TC) tridimensional para “desenvolver”, por primera vez en 3 mil años, la momia real del faraón Amenhotep I y estudiar su contenido. El estudio se ha publicado en "Frontiers of Medicine".

Hace tiempo que todas las momias reales encontradas en los siglos XIX y XX han sido abiertas para su estudio, pero los egiptólogos nunca se han atrevido a abrir la momia de Amenhotep I. No por ninguna maldición mítica, sino porque está perfectamente envuelta, bellamente decorada con guirnaldas de flores, y con la cara y el cuello cubiertos por una exquisita máscara facial de gran realismo incrustada con piedras de colores.


Imagen tridimensional de Amenhotep I en una vista lateral izquierda permite la visualización de las capas componentes: la máscara, la cabeza y los vendajes circundantes. Foto Europa Press.

Es la primera vez en tres milenios que se abre esta momia.

La anterior vez fue en el siglo XI a.C., más de cuatro siglos después de su momificación y entierro originales. Los jeroglíficos han descrito cómo, durante la última dinastía, los sacerdotes restauraron y volvieron a enterrar momias reales de dinastías más antiguas, para reparar los daños causados por los ladrones de tumbas.

Explicó la doctora Sahar Saleem, profesora de radiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de El Cairo y radióloga del "Proyecto Momias Egipcias", primera autora del estudio: “El hecho de que la momia de Amenhotep I nunca se hubiera desenvuelto en tiempos modernos nos brindó una oportunidad única: no sólo estudiar cómo había sido momificado y enterrado originalmente, sino también cómo había sido tratado y enterrado de nuevo dos veces, siglos después de su muerte, por los altos sacerdotes de Amón. Al desenvolver digitalmente la momia y ‘despegar’ sus capas virtuales –la máscara facial, las vendas y la propia momia– pudimos estudiar a este faraón bien conservado con un detalle sin precedentes. Demostramos que Amenhotep I tenía probablemente 35 años cuando murió. Medía aproximadamente 169 centímetros de altura, estaba circuncidado y tenía una buena dentadura. Dentro de sus envolturas, llevaba 30 amuletos y una faja de oro única con cuentas de oro”. Este faraón podría haberse parecido físicamente a su padre: tenía un mentón estrecho, una nariz pequeña y angosta, pelo rizado y dientes superiores ligeramente salientes. No pudimos encontrar ninguna herida o desfiguración debido a una enfermedad que justificara la causa de la muerte, salvo numerosas mutilaciones post mortem, presumiblemente realizadas por ladrones de tumbas tras su primer entierro, explicó. Sus entrañas habían sido retiradas por los primeros momificadores, pero no el cerebro ni el corazón”.

La momia de Amenhotep I (cuyo nombre significa: Amón está satisfecho) fue descubierta en 1881 –entre otras momias reales reenterradas– en el yacimiento arqueológico de Deir el Bahari, en el sur de Egipto.

Fue el segundo faraón de la XVIII dinastía egipcia, después de su padre Ahmose I, que había expulsado a los hicsos invasores y reunificado a Egipto, gobernó aproximadamente entre 1525 y 1504 a.C. La suya fue una especie de "edad de oro": Egipto era próspero y seguro, mientras que el faraón ordenaba una oleada de construcciones religiosas y dirigía exitosas expediciones militares a Libia y al norte de Sudán. Tras su muerte, él y su madre Ahmose-Nefertari fueron adorados como dioses.

Sahar Saleem y su coautor, el egiptólogo Zahi Hawass, especularon anteriormente con que la principal intención de los restauradores del siglo XI era reutilizar el material funerario real para faraones posteriores. Pero , subrayó Saleem: “Demostramos que, al menos en el caso de Amenhotep I, los sacerdotes de la dinastía XXI repararon con cariño las heridas infligidas por los ladrones de tumbas, devolvieron a su momia su antiguo esplendor y conservaron las magníficas joyas y amuletos en su sitio”.

Hawass y Saleem estudiaron más de cuarenta momias imperiales del Reino Nuevo en el proyecto del Ministerio de Antigüedad egipcio que se puso en marcha en 2005. Veintidós momias, incluida la de Amenhotep I, fueron trasladadas en abril de 2021 a un nuevo museo en El Cairo. El rostro de la momia de Amenhotep I con su máscara fue el ícono del espectacular Desfile de las momias reales de oro el 3 de marzo de 2021 en El Cairo.


Concluyeron Saleem y Hawass: “Comprobamos que las imágenes de la "TC" pueden utilizarse de forma provechosa en los estudios antropológicos y arqueológicos de las momias, incluidas las de otras civilizaciones, por ejemplo Perú”.

Encuentran en Australia fósiles de calidad excepcional.

Un nuevo e importante yacimiento de fósiles en Nueva Gales del Sur, Australia contiene magníficos ejemplos de animales y plantas fosilizados de la época del Mioceno.

De acuerdo con sus descubridores en el artículo publicado en "Science Advances", el nuevo yacimiento fósil, denominado McGraths Flat, situado en Central Tablelands, cerca de la ciudad de Gulgong, representa uno de los pocos yacimientos fósiles de Australia que pueden clasificarse como Lagerstätte, es decir, un yacimiento con fósiles de calidad excepcional.

Durante los últimos tres años, un equipo de investigadores, dirigido por Matthew McCurry, paleontólogo del Museo Australiano y de la Universidad de Nueva Gales del Sur, así como su colega Michael Frese, ha excavado en secreto el yacimiento y ha descubierto miles de especímenes, como plantas de la selva, insectos, arañas, peces y una pluma de ave.

McCurry ha explicado que los fósiles se formaron hace entre once y dieciséis millones de años y resultan importantes para entender la historia del continente australiano.  Y añadió en un comunicado: “Los fósiles que hemos encontrado muestran que la zona fue un bosque húmedo templado y muy húmedo, que la vida era rica y abundante aquí, en las Central Flats de Nueva Gales del Sur . Muchos de los fósiles que estamos encontrando son nuevos para la ciencia e incluyen arañas de trampilla, cigarras gigantes, avispas y una variedad de peces. Hasta ahora ha sido difícil saber cómo eran estos antiguos ecosistemas, pero el nivel de conservación de este nuevo yacimiento fósil significa que incluso pequeños organismos frágiles como los insectos se convirtieron en fósiles bien conservados”.

Michael Frese, que es profesor asociado en la Universidad de Camberra, fue quien tomó imágenes de los fósiles utilizando microfotografía de apilamiento y un microscopio electrónico de barrido, descubriendo que los fósiles de McGraths Flat muestran una conservación increíblemente detallada.

Y agregó: “Mediante la microscopía electrónica puedo obtener imágenes de células individuales de plantas y animales y, a veces, incluso de estructuras subcelulares muy pequeñas. Los fósiles también conservan pruebas de las interacciones entre especies. Por ejemplo, tenemos contenidos estomacales de peces conservados, lo que significa que podemos averiguar qué comían. También hemos encontrado ejemplos de polen conservado en los cuerpos de los insectos, por lo que podemos saber qué especies polinizaban qué plantas. Adicionalmente el descubrimiento de los melanosomas nos permite reconstruir el patrón de color de las aves y los peces que vivieron en McGraths Flat. Curiosamente, el color en sí no se conserva, pero al comparar el tamaño, la forma y el patrón de apilamiento de los melanosomas de nuestros fósiles con los de los especímenes existentes, a menudo podemos reconstruir el color y/o los patrones de color”.

Añade McCurry: "Los fósiles se encontraron en una roca rica en hierro llamada goethita, que no suele considerarse una fuente de fósiles excepcionales. “Creemos que el proceso que convirtió a estos organismos en fósiles es la clave para que se conserven tan bien. Nuestros análisis sugieren que se formaron cuando las aguas subterráneas ricas en hierro desembocaron en un pozo, y que una precipitación de minerales de ese material encajó los organismos que vivían o cayeron ahí. Las plantas y animales fosilizados son similares a los de bosques tropicales del norte de Australia, pero había indicios de que el ecosistema de McGraths Flat estaba empezando a secarse. El polen que hallamos en el sedimento sugiere que podría haber habido hábitats más secos alrededor de la selva tropical más húmeda, lo que indica un cambio a condiciones más secas”.

Hemos completado entonces un fabuloso recorrido en la historia reciente de las investigaciones y descubrimientos en materia arqueológica, así como de la vida y su evolución en el planeta, desde nuestro homínido linaje, hasta las cuestiones de los hábitats antiguos, que hoy se revelan a los ojos de la comunidad científica, una vez que se han desarrollado nuevos instrumentos y se han planteado nuevas teorías que entienden o explican los mismos fenómenos de antes pero con nuevas perspectivas, con la certeza de que la diversidad de interpretaciones enriquece el logro colectivo, ya no impera, como antaño, un sentimiento de unidad a ultranza, esta actitud nos enriquece.

Hemos confirmado, siendo testigos, del cambio en las interpretaciones de las cosas, hechas sobre los antiguos paradigmas, en algunas ocasiones dogmáticos, por ejemplo,  la idea de que la humanidad había sido creada hacía poco más de seis años estaba fuertemente arraigada en la mentalidad de la época de finales del siglo XIX, incluida la comunidad científica. Pocos años después del hallazgo de "Engis" (un fósil encontrado en una cueva en Bélgica y que correspondía a un niño Neanderthal), Boucher de Perthes, un inspector de aduanas francés, descubrió en las terrazas de grava del Río Somme, algunas piedras con formas muy curiosas; parecían hachas de mano. En 1858, dos años después del descubrimiento de otros restos humanos en una cueva de Feldhofer, muy cerca de Dusseldorf, Alemania, se calculó que su antigüedad debía tener unos treinta mil años. Por lo que cabía suponer que la humanidad era más antigua de lo que se había previsto. Hoy se sabe que son verdaderas "hachas de mano" talladas hace unos cuatrocientos mil años.

Fue con el paso del siglo Veinte que llegaron nuevos descubrimientos y las interpretaciones fueron modificándose poco a poco, permeando incluso a las mayorías, y teníamos que a finales de la década de los setenta del siglo XX, el árbol genealógico de la evolución humana era muy simple: "Australopithecus afarensis" era el homínido más antiguo que se conocía y habría dado lugar a "A. africanus" por un lado (que habría generado a los "Paranthropus", una rama evolutiva extinta) y a "Homo habilis" por otro; éste habría generado a "Homo erectus" que habría dado lugar a los "neandertales" por un lado (que se habrían extinguido sin dejar descendencia) y a nosotros: los "Homo sapiens". Y ya está. Esto era todo. Así de sencillo. Pero la misteriosa trama de la evolución humana guardaba muchísimas sorpresas a los investigadores. Sorpresas que no tardarían en ir apareciendo. Y volviendo a modificar los paradigmas.

Como puede observarse, a medida que se van logrando nuevos descubrimientos se acompañan de nuevas propuestas, es decir, surgen nuevas especies. Esto ha sido una constante en esta rama de la ciencia que ve como sus militantes se dividen entre los partidarios de nombrar muchas especies y los que son más bien del parecer de intentar hacer grupos más amplios que incluyan distintas formas representativas de una amplia variedad intraespecífica.

Entonces, se tenía al comenzar el siglo XXI la siguiente situación: El homínido más antiguo era "Ardipithecus ramidus" (Etiopía) y tenía 4.4 Millones de años de antigüedad, y sobre él planeaba (y todavía lo hace) la incógnita de si era bípedo o no. Después teníamos a "Australopithecus anamensis" (Kenya) con 4.2 Millones de años de antigüedad, y la duda de si era un descendiente de "ramidus". Después venía "Australopithecus afarensis" (Etiopía), que es el homínido más conocido: la famosa "Lucy", con una antigüedad comprendida entre 3 y 3.9 Millones de años de antigüedad, ignorándose su ascendencia y afirmándose que había dado lugar a los "Australopithecus africanus"; por una parte (y estos a los "Paranthropus") y a los "Homo" por otra. A su vez "Homo" contaba un dos especies de protohumanos: "habilis" y "rudolfensis" que habrían dado lugar a "ergaster" (el "Homo erectus africano") y erectus (la versión asiática de "ergaster"). Después "Homo Heidelbergensis" que habría surgido de "Homo erectus" (u "Homo antecessor") y que habría sido el ancestro de "Homo neanderthalensis", que habrían acabado extinguiéndose sin dejar descendencia. Y finalmente, nosotros, los "Homo sapiens sapiens", que habríamos surgido de alguna variante africana de "Homo erectus", por ejemplo "Homo rhodesiensis" (Zambia).

Este era, grosso modo, el panorama a finales del siglo pasado. Pero a comienzos de éste ha habido cambios substanciales y descubrimientos realmente asombrosos. Tanto por el número como por su significado y trascendencia, en tan sólo veintidós años se han hecho tantos grandes descubrimientos en el terreno de la evolución humana como en los ciento cincuenta años precedentes. Y la importancia de los mismos está fuera de discusión, con el elemento adicional de que la exposición eludía "datos técnicos", pues era cuestión de tener una idea aproximada de cómo se había ido elaborando en el tiempo el conocimiento de nuestros antepasados, pero a partir de ahora, sí se consideran esos "datos técnicos", emanados de las nuevas tecnologías que aportan cifras y condiciones para tomar en cuenta nuevas dimensiones en el reconocimiento de los fósiles. Mejores formas, más precisas, para efectuar las dataciones de los restos, así como la posibilidad de conocer sus contenidos genómicos, y que cada día van alcanzando mayor exactitud. El plazo de los seis mil años de vigencia de la especie humana, paradigma vigente a finales del siglo XIX, ya no es siquiera considerada, ni tampoco la búsqueda del misterioso y elusivo "eslabón perdido".

Con enorme gusto se observa que en el terreno de los descubrimientos queda mucho por escudriñar y analizar, y se tiene la esperanza de lograr aportaciones excepcionales, en consecuencia de que lo avanzado en el transcurso de la historia científica, aún tiene mucho que explotar en beneficio del conocimiento. La Machincuepa Cuántica confirma la intención de mantener el interés en variados temas, con la intención de adentrarnos en mejores versiones de la interpretación de la ciencia, así como de sus consecuencias inmediatas y las mediatas también.

Y aquí un reto que nos plantea el avance logrado, sobre el asunto del "eslabón perdido", tema liquidado ante la evidencia de los hechos, que como opina el geólogo e investigador y profesor  Bernard Wood, del Departamento de Antropología de la Universidad de George Washington: "...estamos reuniendo evidencias que indican que nuestros orígenes son mucho más complejos y difíciles de trazar que cualquier otro grupo de organismos...". Revisemos un poco el contexto de lo sucedido y que le lleva a esta conclusión.

En julio del 2002, justo un años después del anuncio del descubrimiento de más restos fosilizados de "Ardipithecus", Michel Brunet (el descubridor de "Australopithecus bahreghazali") junto a sus colaboradores de la "Mission Paleoanthroplogique Franco-Tchadienne" (MPFT), anunciaba el descubrimiento de unos restos fósiles que podían tener una antigüedad cercana a los siete millones de años de antigüedad. Sus descubridores los atribuían a un nuevo género y a una nueva especie de homínidos: "Sahelanthropus tchadensis" (Chad); el nombre genérico hace referencia a la región africana de Sahel, que bordea el Sahara meridional, y en cuyo lugar se han encontrado los fósiles. El nombre específico es un tributo al país en el que se han hallado.

Si se confirman estos datos (la antigüedad y el estatus de homínido de Sahelanthropus) estaríamos ante los restos fósiles más antiguos de la familia homínida; adentrándonos, por fin, en uno de los momentos más importantes de la historia de la evolución humana: el periodo de la divergencia de los chimpancés y los homínidos de su tronco común. Los hallazgos se efectuaron en julio del año  2001, consistentes en un cráneo, casi completo, dos fragmentos de mandíbulas, y tres dientes. Se cree que estos restos corresponden a un número mínimo de cinco individuos. Sin embargo, la datación de estos fósiles resulta todavía controvertida. Dicha datación se ha realizado mediante la técnica de comparación de la fauna del área fosilífera de Toros-Menalla, en el Desierto de Djurab, al norte de Chad, con otros yacimientos que poseen una fauna similar. La comparación de las faunas hace suponer que los fósiles de Toros-Menalla pueden tener una antigüedad comprendida entre los 6 y los 7 millones de años de antigüedad.

Dichol cráneo representa el holotipo (espécimen o ejemplar paradigmático) de esta especie y se conserva en bastante buen estado, aunque su parte derecha se halla casi totalmente aplastada. Lo sorprendente de este cráneo es que su parte posterior recuerda a la de un chimpancé, pero su parte anterior se asemeja al rostro de un homínido de unos 2 millones de años de antigüedad. Por otra parte, sus dientes son pequeños y aunque sus caninos son más primitivos que los de "Ardipithecus", lo que se constituiría en principio, en un dato que, parece reforzar la relación entre "tchadensis" con el linaje humano. 

Sus descubridores han decidido bautizar a este cráneo con el nombre de: "Toumaï", que en la lengua gorán significa: "Esperanza de vida" y hace referencia a los bebés nacidos justo antes de la estación seca. La nomenclatura técnica con la que se identifica este cráneo es: "TM 266-01-060-1", lo que indica que se trata del fósil número 266 de "Toros-Menalla"). El volumen endocraneal de "Toumaï", y por extensión de los "Sahelanthropus", se calcula que debe oscilar entre los 320 y los 380 centímetros cúbicos.; similar, pues, al de los actuales chimpancés, pero, los investigadores afirman, que el aspecto global de la morfología de "Toumaï" no se asemejaría ni al de los chimpancés, ni al de los gorilas, ni al de ninguno de los homínidos conocidos hasta la fecha. En cualquier caso "Toumaï" presenta, en opinión de Chris Stringer: "una combinación de rasgos no vista en ningún simio fósil ni en los homínidos posteriores".

Para poder clasificar a "Toumaï" incluido en el seno de la familia homínida resulta de importancia capital el poder determinar si ya era bípedo. Como no se han encontrado huesos de ninguna de las partes del cuerpo que pueda dar pistas claras (pies, manos, brazos, piernas o cadera), resulta imposible poder afirmar la bipedia de "Sahelanthropus". Para colmo, la posición del "foramen magnum", que es el orificio en el cual se produce la inserción de la espina dorsal en el cráneo, y que en los seres bípedos se halla en el basicráneo y en los cuadrúpedos en la parte posterior del cráneo, no despeja la incógnita. Sin embargo, sus descubridores no descartan que "tchadensis" ya fuera un ser bípedo.

Entonces, en caso de que se llegara a confirmar que "Toumaï" ya caminaba sobre dos piernas, entonces se podría afirmar que: "la divergencia entre el linaje de los humanos y el de los chimpancés se realizó más pronto de lo que indican la mayoría de los estudios de biología molecular". La conclusión que extraen al respecto sus descubridores es que: "Sahelanthropus es el miembro más antiguo y primitivo del clado homínido, cercano al momento de divergencia de los homínidos y chimpancés".

Sin embargo, no todo el mundo acepta que "Toumaï" represente inequívocamente a un homínido. A este respecto las opiniones están divididas. De momento se han pronunciado en contra de esta tesis Milford Wolpoff, Brigitte Senut y Martin Pickford. Ellos argumentan que el cráneo "TM 266" se parece más al de una hembra de gorila que al de un humano. El paleoantropólogo francés Brunet replica a estos autores en un texto publicado en la revista "Nature" justo a continuación del anteriormente citado, que resulta lógico que "Toumaï" presente caracteres arcaicos y simiescos, no en vano estaríamos hablando del homínido más antiguo encontrado hasta la fecha.

La posible existencia de "Homínidos" de 7 Millones de años de antigüedad en Chad (África Central), ha llevado al equipo de Brunet a cuestionar el paradigma sostenido por la mayoría de los miembros de la comunidad científica relacionado con el origen de los homínidos y conocido como: "Hipótesis East Side Story". Dicho paradigma, propuesto por el paleoantropólogo francés Yves Coppens, postula que: "Los homínidos se habrían originado al este del Valle del Rift, muy posiblemente en África Centro Oriental, pero, en cualquier caso, a unos dos mil quinientos kilómetros al este del lugar en donde se han hallado los restos de "Sahelanthropus", y en consecuencia esta localización representa una seria objeción a la hipótesis "East Side Story", cuestionando su postulado básico y sugiere que un origen de la familia homínida exclusivamente "Este Africano" es algo improbable.

Al respecto y para destacar la importancia del descubrimiento de "Toumaï", el doctor Daniel Lieberman,de la Universidad de Harvard, ha afirmado que: "En el campo de la paleontología humana tendría un impacto similar al de una pequeña bomba nuclear". Por su parte Bernard Wood reconoce que: "Sahelanthropus tchadensis es un candidato a estar en la raíz de los homínidos, aunque desde mi punto de vista es imposible demostrarlo. Mi opinión es que "S. tchadensis" es la punta del iceberg que representa la diversidad taxonómica que se produjo durante la evolución humana comprendida entre los 5 y los 7 millones de años de antigüedad. Para complicar aún más la polémica, el célebre profesor de Biología Integrativa de la Universidad de California en BerkeleyTim D. White sostiene que los fósiles atribuidos a Sahelanthropus, así como los de Orrorin, tal vez pudieran pertenecer a Ardipithecus.

Como puede apreciarse, un mismo hecho es interpretado de distintas maneras.

Mientras Lieberman está convencido de que Toumaï es un homínido, Wood lo duda y White, llevando el agua a su molino, sostiene que pudiera ser un ardipiteco.

Ante este alud de informaciones contradictorias dictadas por auténticas eminencias en la materia se impone la prudencia a la hora de pronunciarse sobre unos especímenes tan interesantes como estos, en espera del descubrimiento de nuevos fósiles que puedan despejar un poco más el panorama. Hay que destacar, en primer lugar,  un hecho muy importante: "Estos tres taxones, todos de más de 5 millones de años de antigüedad,  se han asignado a tres géneros diferentes, aunque cada uno se base en material incompleto que no permite la comparación. Cuando se dispone de partes iguales, como los caninos y los molares, son similares entre ellos, lo que indica que, de hecho, podrían ser la misma cosa, pero las pruebas no nos dicen con quién podrían estar emparentados, si con los simios o con los humanos. La retención de caracteres primitivos, como la afilación del tercer premolar, no indica afinidad con los simios por sí mismo, pero tampoco las escasas pruebas del bipedalismo indican afinidad con los humanos. Conclusión: La solución está aún por llegar".

No tenemos certeza. Para unos el mejor candidato es "Ardipithecus" (los hallazgos fósiles han permitido describir dos especies: "Ardipithecus ramidus", que vivió hace unos 4.4 millones de años durante el "Plioceno", y "Ardipithecus kadabba", que data de hace aproximadamente 5.6 millones de años lo que lo ubica en el "Mioceno"), para otros lo es "Orrorin tugenensis" (que es una especie de homínido fósil encontrado en las proximidades de la localidad de Tugen, en el área montañosa central de la actual Kenia). Para otros, como es el caso del prestigioso, Tim D. White las similitudes entre los escasos restos que coinciden sería un indicio que revelaría que los tres pertenecen al mismo género, que él identifica con "Ardipithecus". Ciertamente estamos ante un momento excitante de la evolución humana: el del origen de nuestra familia. Pero con los datos actualmente existentes todavía no se puede efectuar un veredicto definitivo sobre quién fue el miembro fundador de la familia homínida, el primero de una saga que acabaría dando origen a nuestra propia especie.

Al aparecer nuevos fósiles se resolvería la cuestión definitivamente. Pero algunos especialistas creen que nuestra actual ignorancia sobre quién fue el primer homínido y, por tanto, el miembro fundador de nuestra familia biológica, no es una ignorancia puramente coyuntural que se resolverá con el descubrimiento de nuevos fósiles, sino que consideran que es una ignorancia estructural. Aquellos que son de esta opinión teorizan que: "Si el hombre y los monos antropomorfos africanos tienen un antepasado común, es evidente que cuanto más cerca se esté del tronco más difícil resulta aislar los caracteres simiescos de los humanos. De ahí este intenso debate científico y cuanto más nos acerquemos a la divergencia o al antepasado común, más indiferenciados son los caracteres y más difícil es decidirse a favor de uno u otro linaje. De hecho, no existe un carácter mágico que permita tomar una decisión... La historia de la aparición del hombre sigue siendo una historia fragmentaria, con sus escasas certezas (los fósiles) y sus frágiles convicciones (las teorías)".

Así pues, no son pocas las dificultades con las que hemos de encontrarnos para determinar cuál fue el miembro fundador de nuestro linaje evolutivo. Es por esto que hay quien ha descrito muy gráficamente lo compleja que resulta esta cuestión al afirmar que: "los investigadores que traten de arrojar alguna luz sobre esta oscura etapa de la evolución de los homínidos se encuentran como en la fábula de los ciegos que tratan de definir la forma de un elefante, cada uno de ellos palpando una parte diferente del animal (trompa, pata, oreja...) y trazándose así una imagen completamente distinta en cada caso. En definitiva, un buen "rompecabezas" que tal vez refleje la propia complejidad de la evolución humana en el punto álgido de las bifurcaciones entre gorilas, chimpancés y homínidos bípedos". Pero se sigue avanzando y el futuro es promisorio. Pues lo que ayer fue, hoy no lo es más, el cambio genera más cambio y por tanto derriba paradigmas. Como el de los seis mil años de vigencia desde el inicio de la especie Homo sapiens y que se dio la evolución en forma lineal y con correspondencia biunívoca, y que las migraciones se dieron siempre en un sólo sentido.


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