La mirada del Covid-19, realizada por el Instituto de Ciencia Nucleares de la UNAM.





La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) informó que la Doctora María del Pilar Carreón Castro tomó posesión como directora del Instituto de Ciencias Nucleares (ICN), para el periodo 2020-2024, luego de ser designada por la Junta de Gobierno de máxima casa de estudios. Se trata de la primera mujer y la primera persona experta en química en dirigir esa entidad universitaria. 




Redacción La Jornada lunes, 07 sep 2020
María del Pilar Carreón Castro es egresada de la Facultad de Química de la UNAM, donde también obtuvo los grados de maestra y doctora en Ciencias. Realizó una estancia posdoctoral en el Instituto de Física y Química de Materiales de Estrasburgo, en Francia. Foto tomada del sitio https://www.unam.mx/

Al darle posesión del cargo en ceremonia virtual, William Lee Alardín, coordinador de la Investigación Científica de la Universidad Nacional, pidió a la comunidad del (ICN) sumar esfuerzos y capacidades alrededor de la nueva directora para seguir consolidando al instituto y aprovechar sus fortalezas.

Ella agradeció la distinción de presidir al (ICN) y resaltó que una de sus misiones será propiciar los medios y oportunidades para que todos sus integrantes desarrollen sus actividades en las mejores condiciones de infraestructura y ambiente de trabajo. 

La nueva directora es egresada de la Facultad de Química de la UNAM, donde también obtuvo los grados de maestra y doctora en Ciencias. Realizó una estancia posdoctoral en el Instituto de Física y Química de Materiales de Estrasburgo, en Francia. 

En 1997 ingresó como investigadora asociada C de tiempo completo al ICN, donde actualmente es investigadora titular C, PRIDE D y del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel II

Además de consejera universitaria, en el (ICN) ha sido jefa del Departamento de Química de Radiaciones y Radioquímica, coordinadora de la Unidad de Docencia y Formación de Recursos Humanos y desde agosto del 2014 se desempeñaba como secretaria Académica.

Es un hecho que la doctora María del Pilar Carreón Castro forma parte de una nueva generación de mujeres talentosas, en las que se conjugan las inteligencias que un ser humano puede utilizar. Precisamente el Instituto, en el año 2016 al establecer las cuentas de sus integrantes acusaba dos tendencias, falta de científicos jóvenes y de científicas mujeres. 

"A mayo del 2016, nuestro Instituto, contaba con 66 investigadores y 22 técnicos académicos, la edad promedio de nuestros investigadores era de 54.3 años, y la de nuestros técnicos de 44.5 años. Aunque en años recientes se ha logrado la contratación de nuevos investigadores y técnicos jóvenes, es claro que estos aún no compensan el envejecimiento paulatino de nuestra planta académica. Existe también un desbalance entre el personal académico de género masculino y femenino. El personal femenino constituye únicamente el 12.3% de la planta de investigadores. En el caso de los técnicos la situación es algo mejor, con el personal femenino representando el 33% del total, cifra que ha mejorado en los últimos 4 años."

Circunstancias que la doctora supera, es una científica joven, con una carrera exitosa.

Es pues un logro importante el que la ha llevado a ejercer la dirección de este Instituto, el que para la mayoría ha pasado inadvertido, consecuencia de que en la "normalidad" anterior al Covid-19, las opiniones y situaciones científicas no eran difundidas con mucha intensidad.

Es conveniente, entonces, presentar brevemente al Instituto, el material está a disposición en la página del Universidad Nacional Autónoma de México, en el apartado de Planeación y corresponde a la situación vigente en el año 2016.

El Instituto de Ciencias Nucleares (ICN) de la UNAM tiene una historia de más de 50 años como entidad académica. Su primer antecedente es el Laboratorio Nuclear de la UNAM, fundado el 1 de febrero de 1967 en el piso 14 de la entonces Torre de Ciencias, en un laboratorio cedido en calidad de préstamo por la Facultad de Química. El fundador y primer director del Laboratorio Nuclear fue el M. en C. Luis Gálvez Cruz. En noviembre de 1969, por acuerdo del Rector Javier Barros Sierra, el Laboratorio Nuclear se fusionó con el Centro de Investigación en Materiales (CIM), quedando el primero como un programa de este centro. En 1971, el CIM se divide nuevamente en dos organismos independientes, ambos subordinados a la Coordinación de la Investigación Científica, y en septiembre de 1972 el Rector Pablo González Casanova acuerda que el Laboratorio Nuclear se convierta en el Centro de Estudios Nucleares (CEN). Para este momento el CEN contaba ya con 53 miembros, de los cuales 29 eran académicos.

De 1971 a 1975, bajo la dirección del M. en C. Manuel Navarrete Tejero, se llevaron a cabo estudios en cuatro áreas: química, medicina, tecnología e ingeniería nucleares. En este periodo se inició y terminó la construcción del edificio que alojó el reactor nuclear y la primera fuente de irradiación gamma de alta intensidad, así como del edificio más antiguo del actual Instituto.

De 1976 a 1980, siendo Director del CEN el Dr. Marcos Rosenbaum Pitluck (26 febrero 1935), se llevaron a cabo las obras de la primera ampliación que comprendieron la remodelación de uno de los edificios existentes y la construcción de otro que actualmente alberga laboratorios, la unidad de cómputo, un auditorio, cubículos y las oficinas de la dirección. En octubre de 1980, por acuerdo del Rector Guillermo Soberón Acevedo, se modifican los objetivos y funciones del CEN. A partir de entonces la dependencia tiene como objetivo principal contribuir al desarrollo de las ciencias nucleares, así como acrecentar el avance tecnológico y cultural del país.

Finalmente, el 22 de marzo de 1988 el Centro de Estudios Nucleares se convierte en el actual Instituto de Ciencias Nucleares (ICN), continuando bajo la dirección del Dr. Marcos Rosenbaum Pitluck hasta 1996. Precisamente en 1996 se llevó a cabo una extensa ampliación de las instalaciones del Instituto: se construyó el edificio que actualmente alberga a la biblioteca, el auditorio Marcos Moshinsky Borodianski (Físico mexicano, 1921 -2009), la Unidad Administrativa, y los departamentos de Gravitación y Altas Energías.

De 1996 al 2004 la dirección del Instituto estuvo a cargo del Dr. Octavio Castaños Garza. Durante este período se llevó a cabo una reestructuración interna que dio lugar a la actual estructura de 5 departamentos. De 2004 a 2012, bajo la dirección del Dr. Alejandro Frank Hoeflich (1951), el Instituto continuó un proceso de crecimiento con una nueva expansión de las instalaciones para afrontar el problema de la falta de espacio, tanto de cubículos como de laboratorios y salones de clases. Durante este período también se inició el proyecto del Centro de Ciencias de la Complejidad (C3), y se puso en marcha el Programa Adopte un Talento (PAUTA), además de que se creó la Unidad de Comunicación de la Ciencia.

Del 2012 al 2016 , bajo la dirección del Dr. Miguel Alcubierre Moya (28 marzo 1964), se construyó un nuevo edificio con laboratorios, áreas de estudiantes, un salón de seminarios, así como las oficinas de la Unidad de Comunicación de la Ciencia. Durante este período se creo la Unidad de Vinculación. Y continuó el doctor Alcubierre hasta el 2020, al haber sido reelegido por otro período de cuatro años.

En ese año 2016, el ICN contaba con 66 investigadores y 22 técnicos académicos, estaba formado por 5 departamentos de investigación y 5 unidades académicas, y mantenía colaboraciones en diversos proyectos internacionales. Sus temas de investigación eran muy variados, e incluían la estructura nuclear, la física nuclear experimental de iones radioactivos, la óptica cuántica teórica y experimental, la física de partículas elementales, la física matemática, las teorías de campos, la gravitación clásica y cuántica, la dinámica del medio interestelar, la física de plasmas, la física de campos magnéticos intensos, la simulación de las ondas gravitacionales producidas por la colisión de hoyos negros, el origen y evolución del Universo, los cambios químicos inducidos por la radiación ionizante en diversos compuestos de importancia tanto biológica como para la química prebiótica, el origen de la vida, la astrobiología, y la nano-ciencia computacional. Se hacía además medición retrospectiva de radiación, y se trabajaba en el establecimiento de normas y control en seguridad radiológica.

El Instituto de Ciencias Nucleares está conformado por cinco Departamentos de investigación y cinco Unidades Académicas. 

Los departamentos: Estructura de la Materia (EM), Gravitación y Teoría de Campos (GTC), Física de Altas Energías (FAE), Física de Plasmas e Interacción de Radiación con Materia (FPIRM), y Química de Radiaciones y Radioquímica (QRR).

Las  unidades académicas: Unidad de Irradiación y Seguridad Radiológica (UISR), Unidad de Cómputo y Seguridad Informática (UCSI), Unidad de Biblioteca e Información (UBI), Unidad de Docencia y Formación de Recursos Humanos (UDRH) y Unidad de Comunicación de la Ciencia (UCC).

Adicionalmente el Instituto tenía, una Secretaría Académica, una Secretaría Administrativa, dos Secretarías Técnicas y una Secretaría de Vinculación. 

Ahora para el año 2020, María del Pilar Carreón Castro, es la nueva directora del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM,
 y su página actualiza la información de su actuación: se realiza investigación teórica, experimental y aplicada sobre los constituyentes fundamentales de la materia y sus interacciones. Estos estudios cubren una gran variedad de temas, en una amplia gama de escalas: se estudian los núcleos, las partículas elementales y la estructura del espacio a dimensiones pequeñísimas, y en escala creciente se estudian también los átomos, las moléculas, los materiales nanométricos y macroscópicos, así como los planetas, estrellas y galaxias, hasta llegar al estudio de nuestro Universo en su conjunto.

Los investigadores tienen una participación activa en diversos megaproyectos universitarios. Recientemente, la investigación experimental se ha reforzado en las áreas de la física de partículas, la detección de rayos cósmicos y la exploración de Marte, con la participación activa de un cuerpo de investigadores que colabora en proyectos internacionales con instituciones de investigación tales como el Centro Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN) en Ginebra, Suiza, la Asociación Nacional de Aeronáutica y del Espacio de los Estados Unidos (NASA), y el Observatorio Pierre Auger de Rayos Cósmicos de Altas Energías ubicado en Argentina, así como el laboratorio SNOLAB en Cánada y el Centro Nacional de Estudios Espaciales de Francia (CNES).

El Instituto cuenta con varios equipos de supercómputo, entre los que podemos hacer especial mención del clúster Tochtli, que es el primer nodo de cómputo del proyecto ALICE del CERN en América Latina, y el primer equipo donde se ha transferido la tecnología europea a México en el marco del proyecto 
"E-Infrastructure shared between Europe and Latin America(EELA) de la Comunidad Europea.

Estas colaboraciones específicas han contribuido a situar a México en el contexto de la mejor ciencia internacional.

La presentación de los resultados obtenidos, a través de la participación en reuniones científicas y de la comunicación de la ciencia, son tareas cotidianas de los investigadores del ICN.

El Instituto también participa activamente en los programas de posgrado de la UNAM en Ciencias Físicas, Ciencias Químicas y Astronomía, y recluta con éxito a investigadores jóvenes de México y el extranjero para realizar estancias post-doctorales.

Para favorecer el desarrollo y evolución de los programas académicos, el ICN impulsa colaboraciones con instituciones de investigación y educación superior nacionales e internacionales. Al mismo tiempo, promueve la colaboración y el acercamiento con instituciones de investigación, tanto privadas como estatales, así como con la industria. En particular, el ICN cuenta con un "irradiador de rayos gamma de alta intensidad", que permite la realización de trabajos de investigación básica, y que se utiliza además para proveer de servicio de irradiación a otras dependencias de la UNAM, así como a empresas externas.

Con el apoyo de la Coordinación de la Investigación Científica de la UNAM y el Consejo Nacional e Ciencia y Tecnología (CONACyT), el ICN impulsó la reciente creación del Centro de Ciencias de la Complejidad (C3), cuyo propósito es buscar nuevas formas de hacer investigación. Se cuenta ya con un espacio físico donde se llevan a cabo estudios de carácter transdisciplinario en colaboración con muy diversas dependencias de nuestra Universidad y otros centros de investigación. Actualmente el C3 alberga a más de 150 investigadores y estudiantes, e investiga en muy diversos temas de interés nacional.

En colaboración con la Academia Mexicana de Ciencias, la Secretaría de Educación Pública y diversas fundaciones e instituciones públicas y privadas, se desarrolla desde hace varios años el proyecto PAUTA (Programa Adopte un Talento), que promueve la identificación y apoyo al talento científico entre jóvenes de nuestro país.

Finalmente presento íntegro un trabajo realizado por este Centro de la Complejidad, sobre el tema de mayor interés en nuestro país y el mundo, que se puede localizar en la página del Insituto.

Una radiografía que el Sars-CoV-2 nos da de la sociedad. Agosto 2020
Consejo Interno del C3, Centro de Ciencias de la Complejidad,
del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM.

Desde su creación en el año 2008, el Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la UNAM trabaja desde una perspectiva interdisciplinaria en problemas que afectan drásticamente a la sociedad mexicana tales como cambio climático, regeneración de ecosistemas, obesidad y diabetes, movilidad y transporte, propagación de epidemias y corrupción social, por mencionar sólo algunos ejemplos.

El COVID-19 es también un problema complejo que está afectando drásticamente a nuestra sociedad.

De hecho, la pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2 es uno de los problemas complejos más grandes a los que México (y el mundo) se ha enfrentado en las últimas décadas. Es un problema complejo no porque sea complicado o difícil de resolver, que sí lo es, y mucho, sino en el sentido más amplio de la palabra, "plexus", que significa trenzado, “una red formada de muchas partes distintas que interactúan” y de la cual emergen comportamientos que no se pueden explicar sólo por la suma de los comportamientos de las partes que la componen. Como un “complejo industrial”.

En los más de cinco meses que han transcurrido desde el primer caso de coronavirus en México, y más de siete meses desde que se reportó el primer caso en el mundo, nos ha quedado claro que la pandemia provocada por este virus no es sólo un problema médico o biológico, sino también social, económico, cultural y político.

Un problema que ha trastocado prácticamente todos los aspectos estructurales y dinámicos de nuestra sociedad.

Después de casi 585 mil contagios y más de 63 mil muertes es claro que en México no se están implementando las acciones adecuadas (diría óptimas) para contener la propagación de la epidemia, lo cual nos lleva inevitablemente a preguntarnos: ¿qué estamos haciendo mal? ¿por qué México se ha convertido en uno de los países con mayor tasa de crecimiento de esta enfermedad y el tercero en defunciones? ¿Qué podemos hacer para cambiar esta tendencia? 

Pocas veces antes un problema social había sido estudiado con tanto detalle por la comunidad científica, y el conocimiento generado nos permite dar un paso atrás, reconocer los errores que se han cometido, replantear las estrategias que se han implementado y formular nuevas soluciones.

Desde la perspectiva de los sistemas complejos y con base en la experiencia y conocimientos que se han desarrollado tanto en el C3-UNAM como en otros centros e institutos de investigación nacionales y extranjeros, consideramos que las siguientes problemáticas deben atenderse de forma urgente y prioritaria si queremos mitigar los efectos de la pandemia que actualmente agobia a México:

Uso de cubrebocas: existen ya numerosos estudios científicos que muestran que el uso adecuado del cubrebocas, aunado a las medidas de sana distancia y evitar reuniones de personas en espacios cerrados, puede reducir la probabilidad de contagio enormemente (en más de un 90%). Estos trabajos no sólo se han publicado en revistas científicas especializadas sino que se han utilizado como base para hacer videos, caricaturas, infografías y todo tipo de material audiovisual publicados en medios de comunicación y redes sociales mostrando los beneficios de utilizar cubrebocas para reducir la probabilidad de contagio. Ante la evidencia mostrada por estos trabajos científicos llevados a cabo en distintos laboratorios alrededor del mundo, es necesario basar las decisiones en el mejor conocimiento científico disponible, sobre todo, tomando en cuenta que esta medida es de fácil implementación y a un costo muy accesible. Al evitar contagios también disminuyen los gastos hospitalarios y sobre todo se evitaría la pérdida de vidas humanas que son invaluables. 

Coincidimos con el Dr. Hugo López Gatell en que el cubrebocas por sí mismo no es suficiente, pues además deben seguir implementándose las medidas de sana distancia y evitar reuniones en espacios cerrados.

Pero discrepamos en que el cubrebocas podría generar una sensación de “falsa seguridad” que podría ser contraproducente. Esto sería equivalente a decir que utilizar el cinturón de seguridad en los automóviles es una medida contraproducente que genera una falsa sensación de seguridad y por lo tanto no debería utilizarse. El cinturón de seguridad efectivamente no es suficiente para evitar la muerte de automovilistas imprudentes, pues debe también existir una cultura vial y reglamentos que eviten que las personas manejen agresivamente superando los límites de velocidad o en estado de ebriedad. Sin embargo, ha quedado demostrado que el número de muertes en accidentes viales se ha reducido considerablemente a partir del uso del cinturón de seguridad. Los resultados científicos muestran que lo mismo podría ocurrir con el cubrebocas en el contexto de la pandemia de COVID-19.

Adaptarse a los nuevos conocimientos: El SARS-CoV-2 es un nuevo virus de cuya existencia el mundo se enteró hasta hace poco más de siete meses. Aparentemente, es una variante del SARS-CoV-1 que provoca el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS por sus siglas en inglés). Inicialmente la enfermedad producida por el SARS-CoV-2, conocida ahora como COVID-19, era poco conocida así como sus mecanismos de transmisión y prevención. 

Pero después de más de siete meses de que este virus ha infectado a millones de personas y ha provocado cientos de miles de muertes en todo el mundo, la comunidad científica se ha dedicado a estudiarlo y ha aprendido muchas cosas importantes tanto en lo referente a los desórdenes metabólicos que ocasiona en el organismo humano, como a sus vías de transmisión.

Las medidas implementadas hace siete meses por líderes gubernamentales para detener la propagación de la enfermedad deben actualizarse de acuerdo con el conocimiento científico nuevo que se va generando. Nadie tiene aún la solución definitiva a este problema complejo, pero tal solución se encontrará sólo en la medida en que los líderes gubernamentales y la sociedad en general incorporen el nuevo conocimiento científico para tomar decisiones, reconociendo que las afirmaciones hechas ayer pueden cambiar mañana debido a que nos enfrentamos a un problema complejo cuyo estudio genera nuevos resultados día con día.

Modificar los esquemas de pruebas de detección: El coronavirus, al igual que muchas otras enfermedades, se transmite mayoritariamente por contacto cercano y prolongado entre las personas.

Por lo tanto, el esquema de pruebas aplicadas para detectar personas infectadas debe tomar en cuenta la estructura de contactos en nuestra sociedad. La "Teoría de Redes" ha mostrado que la estructura de contactos en la sociedad es extremadamente heterogénea, lo cual quiere decir que hay personas que tienen pocos contactos, otras que tienen un número medio de contactos y aún otras que tienen muchos contactos.

Si una persona que trabaja desde casa se infecta podría transmitir la infección sólo a su círculo cercano, es decir, a los que viven con él o ella (pareja, hijos, etc.). Sin embargo, un repartidor de algún producto (mensajería, agua, etc.) tiene un riesgo mucho mayor de contagiarse debido a que está en contacto con muchas otras personas a lo largo del día, y por lo mismo, si se llegara a contagiar podría propagar la enfermedad a decenas de personas distintas.

En "Teoría de Redes Complejas" a las personas con un gran número de contactos se les conoce como “superpropagadores”. Desde hace casi 20 años los trabajos de Albert L. Barabási y Reka Albert mostraron que para detener una epidemia se debe monitorear y atender a los "superpropagadores" ya que son ellos quienes tienen mayor probabilidad de infectarse y posteriormente transmitir la infección. Estas personas suelen realizar labores críticas y, por tanto, son elementos clave en el funcionamiento de nuestra sociedad, (repartidores, cajeras del supermercado, servidores públicos como policías, etc.).

Por ello, el esquema de pruebas para detectar el coronavirus no sólo debería estar orientado a las personas que presentan síntomas y su círculo más cercano (como hasta ahora se ha hecho), sino que debería considerar, en primer lugar, a las personas que por su trabajo tienen mayor probabilidad de contagiarse y de infectar a un gran número de otras personas. El esquema de pruebas de detección debería estar fuertemente orientado a monitorear a los "superpropagadores" y atenderlos en caso de enfermedad.

Adicionalmente, el SARS-CoV-2 tiene otra característica muy importante: puede ser contagiado por personas asintomáticas y presintomáticas, es decir, personas que no tienen ningún síntoma de enfermedad y que sin embargo son portadores y transmisores del virus.

De acuerdo con los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número de pruebas positivas por coronavirus debería ser inferior al 2% del total de pruebas aplicadas para poder tener una estimación confiable del número de personas infectadas (tanto sintomáticas como asintomáticas). Sin embargo, en México el porcentaje de positividad en las pruebas es cercano al 50%, muy por arriba al recomendado por la OMS, esto debido al sesgo que existe de realizar pruebas principalmente a personas con síntomas y no a la población en general.

Desde el punto de vista estadístico, un 50% de positividad en las pruebas es equivalente a echar un “volado” para saber si una persona está o no enferma de COVID-19 (50% de probabilidad de caer águila, 50% de caer sol).

Claramente, esta no es una buena estrategia para detener la epidemia. Es necesario incrementar significativamente el número de pruebas e implementar un enfoque dirigido a los "superpropagadores" y a las personas asintomáticas, como lo demuestran numerosos modelos matemáticos y computacionales de propagación de epidemias en redes heterogéneas. 

Esto sólo se puede llevar a cabo aumentando significativamente el número de pruebas y replanteando la estrategia para aplicarlas.

Mejorar el método utilizado para el conteo de infectados y muertes: Para poder resolver un problema es necesario conocer y reconocer su magnitud y alcance. Si no conocemos con precisión los daños causados por dicho problema, será imposible prevenirlos, atenderlos y mucho menos repararlos. Un análisis estadístico sencillo, (basado en la prueba de Kolmogorov-Smirnov), muestra que los números de muertes y contagios por coronavirus reportados de manera oficial diariamente en México no corresponden a un "proceso estocástico" propio de una epidemia que se propaga a través de una sociedad heterogénea. 

Esto sugiere que los mecanismos utilizados actualmente para contabilizar el número de contagios y muertes son ineficientes y es necesario mejorarlos de manera significativa. Es cierto que en ningún país se saben con exactitud el número de muertos y contagios por COVID-19, pero también es cierto que hay países en los que se han implementado mecanismos que permiten conocer estas cifras mucho mejor que en México. En nuestro país las cifras llegan a tener fluctuaciones de más del 80% en una sola semana, lo cual hace evidente la necesidad de corregir este problema independientemente de lo que esté ocurriendo en otros países.

México cuenta con todos los recursos humanos y de infraestructura para llevar a cabo una contabilidad mucho más precisa del número de contagios y muertes. Después de cinco meses de lidiar con la pandemia es improrrogable implementar mecanismos eficientes para contabilizar acertadamente su magnitud y su alcance.

Considerar la movilidad entre regiones: Tal y como se ha presentado, el esquema de semáforos por región parece tomar en cuenta sólo el número de casos (tanto de muertes como de contagios) dentro de cada localidad. Sin embargo, esto no toma en cuenta la movilidad entre regiones.

Diariamente a la Ciudad de México viajan de ida y vuelta decenas de miles de personas de Querétaro, Hidalgo, Morelos, el Estado de México y de otras partes de la República. Si no se considera la movilidad entre regiones, es de poca utilidad declarar que una determinada región está en semáforo amarillo o verde si las regiones aledañas están en semáforo rojo.

La importancia de la movilidad queda de manifiesto con el siguiente hecho: antes de que el coronavirus ingresara a México ya había otros países en los cuales la enfermedad se estaba propagando indiscriminadamente. Podríamos decir que en aquel entonces México estaba en “semáforo verde” mientras que países como Italia, España y China estaban en “semáforo rojo”. Sin embargo, fue gracias a la movilidad de unas cuantas personas (entre países e incluso entre continentes), lo que trajo la pandemia a México.

Tomar en cuenta la movilidad de las personas debe ser factor fundamental para determinar el color de los semáforos en cada región del país. Al igual que el número de contactos por persona, la movilidad también es altamente heterogénea (hay personas que viajan mucho y recorren grandes distancias, y otras que viajan muy poco y recorren distancias muy cortas).

Esta heterogeneidad en la movilidad debe incorporarse a los modelos matemáticos y proyecciones estadísticas para determinar el color del semáforo de la región correspondiente.

Modificar la estrategia vigente para prevenir contagios: Las autoridades gubernamentales han hecho mucho énfasis en mantener la ocupación hospitalaria por debajo del límite de saturación, lo cual, desde luego, es algo que se debe reconocer como una medida adecuada. Sin embargo, el mayor esfuerzo debe ser detener la propagación de la infección. Claramente, si la propagación se detiene la ocupación hospitalaria estará por debajo de los límites de saturación.

Lo contrario no ocurre: existen muchas formas de mantener a los hospitales por debajo del nivel de saturación sin que esto necesariamente signifique que los enfermos de COVID-19 están siendo atendidos o que la epidemia se está frenando. Si la epidemia no se detiene podríamos estar varios años manteniendo la ocupación hospitalaria debajo de la saturación y sin embargo el número total de enfermos y muertos, así como el cansancio físico y emocional del personal médico, a lo largo de los años sería enorme. Los esfuerzos tanto del gobierno como de la sociedad deben estar encaminados a detener la propagación de la pandemia y no enfocarse principalmente a la ocupación hospitalaria. 

Aquí la radiografía.

El SARS-CoV-2 y la pandemia que ha generado nos ha permitido ver una radiografía de alta definición tanto de nuestra sociedad como de nuestros líderes gubernamentales, y debemos aprender de lo que estamos observando en esta radiografía para tomar decisiones y emprender acciones que permitan solucionar este problema complejo que ya ha cobrado la vida de más de 58 mil personas en México y casi 800 mil personas en el mundo. Esta radiografía nos ha mostrado una serie de enormes virtudes tales como la colaboración, apoyo, sacrificio del personal médico, empatía y capacidad de organización. Pero también nos ha mostrado un conjunto de deficiencias que es necesario valorar, discutir y replantear para poder superar esta crisis desde muchos puntos de vista, en particular para el caso de México cuya curva de contagios a nivel nacional aún sigue creciendo rápidamente a pesar de los esfuerzos por “aplanar la curva”.

Siendo esta pandemia un "problema complejo" (constituido por muchos factores distintos que interactúan), su solución requiere también la implementación de medidas en muchos ámbitos distintos. Detener la propagación del coronavirus en México es responsabilidad de todos los mexicanos y cada persona debe contribuir con su parte.

La comunidad científica tanto mexicana como internacional está haciendo su mejor esfuerzo para logarlo y la información obtenida día con día en los laboratorios, centros e institutos de investigación debe propagarse de manera eficaz y veraz a toda la sociedad.

Proyecciones estadísticas basadas en algoritmos genéticos (alimentados con los datos oficiales) muestran claramente que actualmente en México estamos en la etapa de mayor número de contagios. Decir que la pandemia en México se está controlando, o que la curva se está aplanando, o que ya pasamos lo peor, no solamente es mentira sino una irresponsabilidad mayúscula. Es claro que México no puede detener su actividad económica, sobre todo tomando en cuenta que la mayoría de mexicanos dependen de ingresos obtenidos cada día. Pero a los ciudadanos se les debe dar información veraz y objetiva de tal forma que tengan las herramientas necesarias para que estén alerta y salgan a trabajar minimizando los riesgos de contagios.

Si bien detener la pandemia es responsabilidad de todos, es el Gobierno quien tiene la mayor responsabilidad de, y los medios para, difundir información verídica a través de campañas educativas y a través de la imagen que los líderes gubernamentales transmiten con sus acciones a todos los ciudadanos. Desde acciones tan sencillas como el que los gobernantes utilicen cubrebocas, hasta medidas más tecnológicas como monitorear a los superpropagadores y personas asintomáticas o estudiar la movilidad social. Siendo la propagación de esta epidemia un problema complejo, su solución estará compuesta por muchos factores. Es ahí donde la ciencia y la colaboración entre diversas áreas del conocimiento son fundamentales para implementar y establecer estrategias de respuesta.

Cualquier medida para detener la propagación del virus, por pequeña o grande que sea, debe intentarse, pues las vidas de miles de personas son las que están en juego.

Hasta aquí el artículo emitido por el Consejo Interno del C3 del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM.

En mi opinión el "problema complejo" presenta aristas múltiples, como son las: políticas, sociales, económicas, que son bien conocidas y algunas son insalvables, dado que las sociedades tienen una serie de paradigmas que no es posible evitar. Esto se presenta en todos los países, creo yo, que eso explica el que la mayoría de los gobiernos actúan en forma análoga. Si bien existen diferencias, estas son sutiles, y consideran particularidades endémicas, propias a la idiosincracia nacional respectiva.

Las desiciones que se toman por parte de los seres humanos, tanto individuales como colectivas, no son siempre realizadas por un frío y calculador pensamiento, en muchas ocasiones, los individuos y las sociedades, tienen en cuenta factores emocionales y de otra naturaleza, como son los jurídicos, éticos, etcétera.

Las decisiones que tomamos en nuestra vida personal, si se ilustraran, en forma similar a la gráfica utilizada en los métodos de "Programación Lineal" (Investigación de Operaciones) marcando el camino óptimo del desarrollo del proyecto de la vida en la llamada "Ruta Crítica", que es la ruta óptima que se realiza mediante la toma de decisiones certeras y concatenadas con la precedente y la subsecuente, de forma tal que el proyecto se realiza en forma eficaz y eficiente (óptima en costo y tiempo de realización). Nos mostraría cuánto nos alejamos de ella, por los errores cometidos para no alcanzar la optimización de nuestra existencia, consecuencia de la imperfecta elección tomada.

Se me ha ocurrido ejemplificar lo anterior, con que el problema que refiere el Instituto ante la falta de nuevos y jóvenes científicos para ampliar su grupo de investigadores y que incluyese un porcentaje alto de mujeres, pudiese ser resuelto con acciones presentes. Eso no es factible, la problemática ante la carencia de oferta, se ha venido dando desde hace varias décadas y es consecuencia de los usos y costumbres de la sociedades y gobiernos mexicanos, las ideas en boga, sobre estudiar carreras tradicionales, por seguridad del ingreso económico, y pensar que las mujeres no debían estudiar pues su papel ideal en la vida era el de ser madres y esposas.

Esta situación por fortuna se han venido modificando, alcanzando paulatinamente en cierto grado superar estos viejos paradigmas, pero estamos todavía lejos de la meta que permitiera cubrir a satisfacción y aún con exceso las necesidades de capital humano del Instituto.

Pero las ideas ahí están, rompen con los pensamientos vigentes y seguramente despertaran nuevos enfoques y con ello formas y métodos distintos. Eso es motivante para la humanidad.


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