Nos separamos en dos humanidades distintas hace ochocientos mil años, neandertales y sapiens.

Una de las características de estos tiempos radica en que los descubrimientos que se se van acumulando ya no se toman con la total certeza que ellos implican.

A diferencia del pasado, los descubrimientos se confrontan de acuerdo a los modelos y supuestos propuestos por los investigadores, eso que se ajusta al cien por ciento de la teoría en que se cobija el núcleo de lo encontrado. Pero, ahora mismo desde el momento de su publicación se abre una muy interesante polémica, fundamentada en otro tipo de conclusiones, teorías y supuestos que modifican la interpretación obtenida por el equipo científico que ha logrado el descubrimiento.

Con anterioridad, existía polémica, pero se fundamentaba más en viejos modos de pensar, sin un fundamento realmente fuerte, pero que caía muy bien en medio de una sociedad poco dispuesta al cambio. Lo que incluía el modificar las ideas que por siglos habían campeado en la versión oficial que la mayoría aceptaba, ejemplo: El centro de la creación es la Tierra, todo se mueve, gira, en torno a nuestro planeta.

A varias personas el ir en contra de ello les costo mucho, incluso la vida. Poco a poco, a lo largo de mucho tiempo ello fue cambiando, llevó siglos en la historia de la humanidad que del “geocentrismo” pasásemos al “heliocentrismo” y de ahí al concepto que actualmente se acepta y que describa que todos los cuerpos se mueven, se agrupan y se dirigen a distintos destinos en el universo conocido y aún más allá.

Nunca se ofrecieron pruebas en contra sobre las teorías surgidas en el pasado más remoto, solamente ideas, fundamentadas en tradiciones de pensamiento que habían ayudado a establecer el progreso de la especie muy de la mano de la religión. En aquellos tiempos se dejaba a Dios la tarea de esclarecer el conocimiento. Al surgir el esquema del “heliocentrismo”, por allá del año 1530 por Nicolás Copérnico (1473 - 1543 ), vino desde el “protestantismo” una de las primeras respuestas, Martín Lutero (1483 - 1546) reaccionó muy negativamente a la interpretación heliocéntrica, basándose en su interpretación personal de las escrituras bíblicas,(y que estaba de moda desde mucho tiempo antes, el cristianismo protestante, hasta el punto de denigrarlo, aún sin nombrarlo, en sus comentario de 1539. Y se conoce y especula que el vaticano optó originalmente en contrario y se dice que en 1536, el secretario del procurador general de la orden de Santo Domingo, envió misiva de apremio a Copérnico para que publicase el trabajo sobre la posición del Sol en el Universo.

Curiosamente la impresión del trabajo de Copérnico, corrió a cargo del protestantismo,que se ocupó de modificar un poco el título y “De revolutionibusorbium coelestium”(Sobre las Revoluciones de las Esferas Celestes), aún cargó con la inserción de un aviso dirigido al lector, en el que se afirmaba que el resultado del trabajo no era la búsqueda de la verdad, sino un artificio matemático para calcular las posiciones de los planetas de manera más sencilla.

Lo sucedido con posterioridad lo sabemos bien, la catolicidad cambió de postura y su apoyo se tornó en todo lo contrario, décadas después los continuadores del esfuerzo como Giordano Bruno (1548 - 1600) y Galileo Galilei (1564 – 1642), sufriría presiones, juicios y encarcelamiento por parte de la iglesia católica y para Bruno su muerte en la hoguera, varias obras heliocéntricas fueron prohibidas durante el siglo diecisiete.

La siguiente revolución fue mucho menos sangrienta y dolorosa, y así, llegamos al modo científico en que se cataloga y admira el Universo en la actualidad.

Punto y aparte. Hoy se publica en la prensa mundial un estudio cuya conclusión sugiere que la separación de las estirpes “neandertal” y “humano moderno” ocurrió hace ochocientos mil años, y no hace apenas de entre seiscientos y cuatrocientos mil años, como anteriormente se había establecido.

En detalle se tiene que, los adelantos científicos en investigación sobre los orígenes de los humanos han logrado grandes avances, fundamentados en las mejoras recientes en las técnicas de análisis del ADN antiguo, esto es, el que se encuentra presente en los restos fósiles.



Fotografía Imagen de mujeres neandertales que presenta el “Musee Des Confluences” en la ciudad de Lyon en Francia. Tomada de La Jornada y a su vez de AP.

Hay un nuevo estudio basado en un método alternativo para retroceder en el tiempo: el análisis de los dientes humanos fosilizados.

El estudio, publicado el miércoles 15 de mayo,en la revista Science Advancesubica en una fecha anterior al consenso científico actual la edad del último ancestro común del Homo sapiens (nuestra especie) y los neandertales, en 800 mil años de antigüedad en lugar de los 400 mil a 600 mil años.

Este trabajo, dirigido por la doctora Aida Gomez-Robles de la University College de Londres, genera debate entre antropólogos, algunos de los cuales cuestionan la precisión de la metodología utilizada por la investigadora.

El estudio se hizo a partir de unos 30 molares y premolares encontrados en el yacimiento arqueológico Sima de los Huesos, en España, que pertenecieron a los primeros hombres y mujeres de Neandertal. También analizó los fósiles de otras siete especies humanas antiguas.

Los dientes de Sima de los Huesos fueron datados en 2014 por técnicas confiables en hace 430 mil años, esta investigadora que trabaja en el laboratorio de Neuroanatomía Evolutiva de la Universidad de Washington, a donde llegó procedente de concluir su doctorado y formar parte del equipo de trabajo de Atapuerca, y es de destacar que su formación predoctoral la curso en el “Centro Nacional de Investigación de Investigación sobre la Evolución Humana” (Cenieh) en Burgos.

Esta datación ya indicó que la "divergencia" entre los sapiens y los neandertales, por lo tanto, había ocurrido antes de hace 400 mil años. ¿Pero cuándo?

Para calcular a cuándo se remonta este ancestro común, la investigadora usó un modelo estadístico que parte del principio de que la forma de los dientes humanos evoluciona a un ritmo constante.

El objetivo era ir atrás en el tiempo lo suficiente para encontrar un ancestro que pudiera haber conducido a los dientes de los humanos de Sima de los Huesos y a la vez, de los humanos modernos.

Con este cálculo, Aída Gomez-Robles, considerada una de las paleoantropólogas más brillantes de los últimos tiempos, llega a la conclusión de que nuestros ancestros y los neandertales "divergieron" hace 800 mil años.

Como complemento reproduzco la entrevista que concedió la Doctora a Juan Enrique Gómez (IDEAL y Waste Magazine):

Doctora: ¿Su trabajo ha puesto sobre la mesa que no hay ningún antecesor común para neandertales y Homo sapiens?

“Supone que aún no hemos encontrado a esa población ancestral. Si pertenece a alguna especie que ya conocemos, o a otra aún por definir es algo que forma parte del interminable debate taxonómico entre paleoantropólogos. Ese debate tiene dos escuelas. La primera tiende a considerar como especies distintas a grupos de homínidos bastante reducidos que tienen una cierta cohesión en términos de cronología, geografía y morfología. La segunda indica que el número real de especies de homínidos es muy reducido y que las diferencias que vemos entre distintos fósiles se deben a la gran diversidad intraespecífica de estas especies.”

¿Es que él registro fósil no ofrece información suficiente?

“En realidad la información es muy limitada, es por lo que el debate del que hablábamos parece no tener solución, y está tan enquistado porque intervienen muchos factores que no son estrictamente científicos. Primero porque nos resulta inevitable sobredimensionar todo lo que tiene que ver con nuestra propia especie y nuestros orígenes. Y segundo, porque todo lo que se relaciona con la evolución humana toca una serie de fibras a nivel mediático, social, religioso, económico, etcétera, que sesgan irremediablemente estos debates con criterios muchas veces no científicos.”

¿También se elimina la aparente “juventud” de los neandertales ¿Realmente este dato cambia parte de la investigación paleontológica?

“Lo que cambia nuestro trabajo es la relación entre los datos paleontológicos y los moleculares. Los estudios de ADN tienden a datar la divergencia entre Neandertales y humanos modernos (nuestra especie) en trescientos cincuenta mil a cuatrocientos mil años, aunque con rangos de error muy amplios, que pueden ir desde más de 800,000 años en algunos cálculos a menos de 200,000 en otros. También sabemos que hay fósiles más antiguos de trescientos cincuenta mil años en Europa que tienen afinidades muy claras con los Neandertales (por ejemplo, los de la Sima de los Huesos, en Atapuerca). Otros fósiles como los de la Gran Dolina, con una antigüedad cercana al millón de años, tienen algunos caracteres que sólo se observan en los Neandertales, lo que nos lleva a pensar que esos homínidos están situados ya al inicio del linaje neandertal. Sin embargo, como los análisis de ADN arrojan una fecha más moderna, algunos paleoantropólogos han apoyado esas fechas más recientes, bien ignorando las afinidades que vemos en el registro fósil o bien reconociendo que esa discrepancia está ahí, pero sin ofrecer ninguna explicación que pueda conciliar esas diferencias.”

¿Es cierto que los restos europeos parecen más cercanos a los neandertales que los de otros lugares, al menos los de un millón de años?

“Sí, nuestros resultados implican que hay que estudiar en más detalle los fósiles de esa antigüedad, lo que no es sencillo porque no existen muchos homínidos de esa época en el registro fósil. Otro punto importante es que nuestro estudio se basa sólo en la evidencia dental, y también sería fundamental explorar otro tipo de evidencias (craneal, mandibular, postcraneal…). Sabemos que no todos los rasgos evolucionan a la misma velocidad, ni obedecen a las mismas presiones selectivas. Por eso es importante tener una visión más global y entender cuál es el patrón evolutivo de estas poblaciones como organismos completos y complejos, no sólo como un conjunto de dientes, o como un cráneo, o como un húmero. En este sentido, la perspectiva de nuestro artículo, como la de la mayoría de estudios paleo-antropológicos, es innegablemente reduccionista. Por eso, nuestro trabajo no pretende resolver todo el problema de la evolución humana ni del ancestro común de los neandertales y de Homo sapiens, sino ofrecer una herramienta metodológica que pueda ser útil para que otros investigadores puedan seguir construyendo.”

¿De la Universidad de Granada a Atapuerca y después a Washington ¿Supongo que es el fruto de un reconocimiento científico nada fácil de conseguir?

“Pienso que cualquier logro profesional es siempre fruto del trabajo, pero también de atreverse a explorar opciones que en principio parecen poco evidentes. Al acabar mi carrera sabía que quería especializarme en evolución humana y el grupo que trabajaba en Atapuerca era ideal para conseguirlo. Así que decidí contactar con ellos, supongo que con el convencimiento de que tenía mucho que ganar y nada que perder. Después de insistir y de intentar varias vías distintas (incluyendo una vía más oficial mediante las becas de Introducción a la Investigación que otorgaba el CSIC), conseguí comenzar a trabajar con ellos. Una vez allí, enganchar la primera excavación con la beca del CSIC y luego con mi proyecto de tesis fue bastante más sencillo. Respecto a Washington, una vez que uno está metido en el mundo de la investigación, moverse a otros sitios resulta relativamente fácil. Es más, normalmente es necesario.”

¿Cómo logra una investigadora joven encajar en un sector científico con grandes ‘gurús’?

El mundo de la investigación es en general muy competitivo en el que la gente es ambiciosa (lo que no tiene que ser necesariamente negativo), y creo que la Paleo-antropología no es distinta en eso. Además, creo que es una realidad innegable que una gran parte de la investigación suele recaer sobre las espaldas de los estudiantes de doctorado y de los investigadores post-doctorales, que son por definición investigadores jóvenes, mientras que los investigadores más “senior” suelen tener que dedicar muchísimo tiempo a otras actividades (gestión, coordinación, docencia, divulgación…). Esto significa que ser un investigador joven no es ninguna rareza, y no creo que suponga ningún problema a la hora de encajar en la mayoría de los ambientes científicos.”

¿Cómo se siente al ser el primer firmante de un trabajo en el que se encuentran como coautores nombres como Bermúdez de Castro, Carbonell y Arsuaga?

“Durante los últimos años hemos publicado varios artículos juntos, y éste es sólo uno más dentro de esta línea de trabajo. Por supuesto, estoy agradecida por la oportunidad que tuve en su momento de empezar a trabajar en Atapuerca, sobre todo a José María (Bermúdez de Castro), que es la persona que confió en mí sin conocerme de nada y que me acogió en su equipo. Sin embargo, una vez dentro del circuito, las cosas funcionan de una forma bastante natural y las relaciones son las normales entre compañeros de profesión.”

¿Prefiere el trabajo de campo, las excavaciones, al de laboratorio?

“Yo suelo preferir el trabajo de laboratorio, aunque el trabajo de campo también tiene su encanto. De hecho, en el último par de años en el que no he hecho trabajo de campo, lo he echado de menos.”

¿Ha tenido que investigar con 13 especies de homínidos y más de un millar de muestras dentales. Aquí es donde no cuadra la imagen aventurera y bucólica del paleontólogo.?

“En realidad el trabajo bucólico del paleontólogo representa sólo una parte minoritaria de la labor real. Normalmente las campañas de excavación se concentran en el verano. El resto del año se suele dedicar a hacer trabajo de laboratorio. Si contamos con que un paleontólogo medio dedique dos o tres meses al año al trabajo de campo, nos queda más de un 75% de su tiempo de investigación que se dedica a estas otras tareas que no tienen ese aire aventurero pero que son fundamentales para darle sentido al trabajo que se hace en el campo.”



Fotografía de la Doctora Aída Gómez Robles, tomada de Waste.Ideas. Com.

Ahora las divergencias se discuten y se logra con ello conciliar las visiones que surgen a partir de los datos paleontológicos y los moleculares. Los estudios de ADN novedosos presentan aún rangos de error muy amplios, y que con el mejoramiento en el desempeño de las técnicas y sus metodologías, se irán centrando en exactitud

Por otro lado, el tradicional estudio de fósiles, cuyo tiempo de explotación por los científicos es mucho más amplio y ha supuesto grandes esfuerzos y aprendizajes, revela según la óptica actual, vestigios existentes de mayor antigüedad de trescientos cincuenta mil años, en un ambiente muy localizado (Europa), y que se sabe tienen afinidades físicas muy claras con los Neandertales (por ejemplo, los de la Sima de los Huesos, en Atapuerca)

Pero también hay otros fósiles como los de la Gran Dolina, con una antigüedad cercana al millón de años, que extrañamente presentan algunos caracteres que sólo se observan en los Neandertales, estos homínidos están situados ya al inicio del linaje neandertal. 

Esta discrepancia está ahí, y se van armando fundamentos para ambas vertientes, destacando la creatividad, imaginación, el ingenio de los investigadores, aún cuando por ahora, sin ofrecer ninguna explicación que pueda conciliar esas diferencias, y menos aún la teoría total, pero ya no hay ejecuciones de los que discrepan de lo antes aceptado.

La historia es mucho más compleja de lo que nos gustaría, y se tuerce a veces, por caminos insospechados, sorprendentes y por tanto enriquecedores.


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