Bienes públicos convertidos en mercancía: agua y conocimiento.

En estos tiempos de la segunda década del siglo Veintiuno, los temas de mayor importancia y que resultan ser novedosos, al variar las condiciones que socilemtne siguieron por siglos a la humanidad, tienen hoy reflexiones por científicos y filósofos. 
Concuerdo con lo expresado por la autora de un artículo periodístico aparecido en el diario La Jornada, de Ana María Cetto, que es investigadora titular del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México, y que aquí reproduzco:


Ilustración con motivo del coloquio implementado en el año 2019 para el tema: "El agua bien común  bajo presión" por el Centro Francés de Estudios  Mexicanos y Centroamericanos.
Recordamos que el agua es un bien común de la humanidad; sin agua potable, no hay vida, por lo que es nuestro deber cuidarla. Toda la población mundial tendría que tener un acceso libre a este bien común: el acceso al agua es un derecho humano desde el 2010.

El lunes 13 de marzo apareció en La Jornada un artículo con el encabezado: “Un bien público convertido en mercancía”. Al no haber leído previamente el nombre del autor, y quizás a causa de mi deformación profesional, pensé que el artículo se refería al conocimiento científico como bien público. Pero no: Iván Restrepo se refería muy acertada y oportunamente al agua, un bien que “desde hace décadas escasea por mal uso, acaparamiento y carencia de políticas públicas”.

Del buen o mal uso del agua somos responsables todos; de su acaparamiento lo son unos cuantos, que obtienen ganancias millonarias lucrando con el preciado líquido. La carencia de políticas públicas permite que esta situación se agrave hasta alcanzar un nivel que en este próximo periodo de sequía amenaza con convertirse en crítico para el país, sus habitantes, la agricultura, la industria, la vida toda.

En su análisis de las nuevas características del capitalismo, Hardt y Negri hacen ver cómo lo común, “aquello que le pertenece a la humanidad en su conjunto”, ha sido cercado por el mercado y por los sistemas financieros. Lo “común” son el aire, el agua, los frutos de la tierra y todo lo que la naturaleza nos prodiga; pero también los resultados de la producción social, tales como saberes, lenguajes, información. Al ser producidos socialmente, nos pertenecen a todos y, sin embargo, debido a su mercantilización la gran mayoría de la población no puede acceder a ellos. Nota: (Michael Hardt & Antonio Negri, "Commonwealth", 2011, citado por Esther Juliana Vargas en "Autonomía Universitaria y Capitalismo Cognitivo", 2021).

La gran economista Elinor Ostrom (1933 - 2012), al hablar de la gestión de los comunes, no diferencia entre los recursos naturales y los inmateriales, combien común, o el conocimiento. En ambos casos argumenta que la capacidad de los individuos para administrar los recursos varía dependiendo de las posibilidades y la disposición de la comunidad para autogobernarse, adoptando un conjunto de acuerdos y reglas de juego (E. Ostrom, "El gobierno de los bienes comunes", 1990).

¿Hasta qué grado las comunidades productoras de conocimiento científico han perdido la capacidad de autogestionarse que alguna vez las caracterizara? La regulación y medición de los “productos” del conocimiento se han sofisticado notablemente en las últimas décadas, a través de políticas oficiales homogeneizadoras aplicadas a los curricula, a los procedimientos y criterios de evaluación, a la financiación por proyectos, etcétera, todo ello en una atmósfera de aparente meritocracia. En paralelo, se ha incrementado a un ritmo rampante la gestión de los bienes del conocimiento científico en manos de unas cuantas agencias privadas de la ciencia: editoriales, bases de datos e índices, que intervienen en el proceso de circulación y validación de la calidad con un claro ánimo de lucro. El círculo se cierra al convertirse estos últimos en jueces de lo que es o no es científicamente relevante, y transforman sus veredictos en política pública al adquirir protagonismo en el ámbito institucional de la academia.


El Conocimiento como bien común, expresó con claridad Elinor Ostrom, es un bien común “no competidor” o “no sustraíble”, en el sentido de que su uso por parte de un sujeto no impide a otros utilizarlo. Al revés, cuantas más sean las personas que comparten el conocimiento, mayores son las ventajas para la colectividad. Ilustración tomada de la página de La Guía de Filosofía.

Las cifras hablan por sí solas, y para no aburrir al lector mencionaremos sólo el caso de "Elsevier", la mayor editorial académica, que se presenta como “empresa de análisis de información que ayuda a las instituciones y a los profesionales a hacer progresos científicos”. Nota: esta empresa una editorial académica con sede en los Países Bajos que se especializa en contenido científico, técnico y médico.

Con más de cuarenta y seis mil títulos de libros y dos mil ochocientas revistas en línea, además del sistema de citas Scopus y otros servicios, "Elsevier" reportó en 2022 ingresos por tres mil 500 millones de dólares y utilidades de un mil 100 millones de dólares, con un margen de ganancia de 37.8% (mayor que el de Microsoft, Google y Coca Cola). En gran medida, este “éxito” fue posible gracias a las instituciones académicas que canalizan fondos hacia la empresa. En un alarde de creatividad financiera, "Elsevier"  como otras empresas que componen el oligopolio editorial, ha comprometido a nuestras universidades a cubrir por anticipado mediante “acuerdos transformativos” los costos de publicación de nuestros artículos científicos que llegasen a ser aceptados para aparecer en sus revistas. Estamos contribuyendo a perpetuar el negocio y asegurar sus ganancias.

¿Puede acaso revertirse este proceso de mercantilización?

Regresando a los argumentos de Elinor Ostrom, se requiere de las comunidades académicas la disposición para autogestionarse; concretamente, para recuperar el control de publicación de los productos del conocimiento. En este aspecto América Latina da un buen ejemplo al mundo, puesto que la mayoría de nuestras revistas científicas son editadas por instituciones académicas, sin fines de lucro.

En otras latitudes se observan algunas señales alentadoras. Por ejemplo, en 2018 todas las instituciones académicas de Alemania y Suecia cancelaron sus suscripciones con "Elsevier" al no llegar a un acuerdo justo. En 2019 la Universidad de California decidió que, “para impedir que "Elsevier" incrementara sus ganancias a expensas de la institución”, a partir de 2019 no firmaría un nuevo contrato con la empresa.

Por otro lado, está cada vez más cuestionado internacionalmente el actual sistema de evaluación basado en las métricas producidas por las bases de datos privadas, definitorias de la “corriente principal” de la que por motivos comerciales queda excluida la mayor parte de la producción científica editada en países como México “la cual, dicho sea de paso, sí está disponible en acceso libre y abierto no comercial, por tratarse de un bien común”. Sin embargo, estas prácticas de evaluación, cuestionadas por injustas y excluyentes, siguen operando en nuestras instituciones en detrimento y a espaldas de las publicaciones a menudo producidas y sustentadas por ellas mismas. Mientras las políticas públicas no corrijan esta práctica contradictoria, nuestras comunidades productoras de conocimiento científico seguirán respondiendo al son del oligopolio editorial trasnacional, financiado con recursos públicos de la nación.

Un ejemplo de lo sucedido con la fauna y su interacción con las costumbres comerciales de las empresas humanas, que aplican esta ideología de hacer un supuesto bien, en lo general, aplicando acciones para generar ganancias económicas, así ha sucedido con las orcas (Orcinus orca). Cuyo desarrollo poblacional está afectado fuertemente.

Orca "residente del sur" y su cría.


En la imagen, una orca y su cría en el noroeste del Pacífico. Fotografía Agencia Ap.
Una nueva investigación sugiere que la endogamia puede ser una razón clave por la que la población de orcas en peligro de extinción del noroeste del Pacífico no se ha recuperado, pese a décadas de esfuerzos de conservación. El grupo llamado “Residentes del Sur” asciende a 73 ballenas. Son sólo dos más que en 1971, después de que decenas de ejemplares fueran capturados para exhibirlos en parques temáticos marinos de todo el mundo.
 
En diciembre de 2020 se dio a conocer que el agua empezaría a cotizar en la bolsa de Wall Street, fue el día 7 de diciembre de 2020, en que el índice Nasdaq Veles California Water Index, comenzó a cotizar en bolsa. Y hay que subrayar que este estado presenta unas características específicas muy a tener en cuenta. Este fenómeno, a pesar de ser exclusivo para California, donde el agua es un servicio privado, puede tener varias implicaciones en el resto del mundo. En la revista electrónica de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Gaceta UNAM, apareció un artículo sobre el tema, el 18 de marzo de 2021, en el que Guadalupe Lugo, informa:

El agua es el bien más preciado, el recurso más importante que hay debido a que cubre muchas de nuestras necesidades básicas; sin embargo, su escasez ha hecho que desde diciembre de 2020 cotice ya en el mercado de futuros de la bolsa de valores de New York, en Wall Street, aseveró el académico de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, Darío Ibarra Zavala.

Explicó que ello significa que el recurso hídrico es ya un "commodity" más. Es decir, así como hay mercado de futuros para: naranja, carbón, petróleo, gas natural, oro y plata, “dentro de esta canasta sólo agreguemos el agua, porque se trata de un bien cada vez más escaso”.

El economista universitario resaltó que conforme sea más evidente la falta de este líquido, la ciudadanía pagará cada vez más por este servicio; lo que implica que estaríamos cubriendo el precio real de su extracción.

Dijo que debido a la mengua cada vez mayor del agua y una creciente demanda de ésta, “en adición al cambio climático que también afecta su disponibilidad, muchos buscan desde ahora fijar su precio”.

Darío Ibarra destacó que los seres humanos hemos contaminado de diferentes maneras al planeta entero y una consecuencia es el calentamiento global. Como resultado de ello en algunas zonas donde antes había agua en abundancia ahora hay poca y viceversa, en áreas donde no se tenía ahora hay, es decir, ese ciclo está alterado.

Apuntó que los acuíferos son contaminados por la industria, en particular por las mineras. También, cuando no se tiene el cuidado adecuado en el tratamiento de los desechos industriales y de las ciudades, “esto, a la postre, igual termina por llegar a los mantos freáticos y contamina”.

Añadió que conforme ese líquido se va alterando y tenemos una menor oferta disponible, el precio comienza a reflejarse de alguna manera.

Ante ello, continuó, el que en este momento el agua esté cotizando en el mercado de valores de Estados Unidos sólo es un paso más en la evolución de ese mercado. Es decir, todos pagamos por ésta, de una u otra manera, lo que nacionalmente se establece como la tarifa o precio, un costo que dictan los organismos reguladores regionales por cierto número de metros cúbicos, de acuerdo con la zona residencial.

Si bien es cierto que este recurso es un bien común y un derecho humano, “lo cierto es que también hay un costo de extracción, el cual es cubierto por los usuarios de alguna forma: puede ser en efectivo o mediante el tandeo y de agua inadecuadamente tratada que llega a nuestras casas. “Por lo tanto, sí tiene un precio”.

Reiteró que al faltar cada vez más, “el siguiente paso en la evolución del mercado consiste en tratar de fijar el precio futuro del agua, sobre todo la industrial, pero también del sector doméstico”.

Subrayó que ésta sí tiene un precio que como usuarios no pagamos explícitamente, pero “que no esté monetizado no implica que no tiene un costo; lo mejor que podemos hacer es monetizarlo y asumirlo como consumidores o con el apoyo de cualquiera de los tres órdenes de gobierno”.

No debería causarnos ninguna sorpresa que en un futuro cercano el agua entre a las bolsas de valores, no sólo de México sino del mundo entero, es parte natural de la evolución de los mercados; Estados Unidos ya dio el primer paso y es altamente probable que pronto comience a ocurrir en otros países.


El agua como un bien común, desde diciembre del 2020, se cotiza en Bolsa, 
imagen tomada de la página Tres Pm.

En México, agregó, ya se tienen contratos con algunas empresas mineras, en particular en Zacatecas, en donde una compañía tiene un acuerdo con el organismo operador de agua local para no utilizarla directamente del acuífero para sus procesos de limpieza del metal, sino tratada. A cambio, la minera entrega el agua potable al operador, una especie de intercambio que en los mercados financieros se denominan "swap", aunque en este momento no existe la formalización de que sea reconocido por una cámara de compensación, una de las actividades de las bolsas de valores.

Está bien que se reconozca que este recurso es una mercancía que tiene un precio en el mercado, hay entidades económicas, consumidores o empresas que lo demandan, pero también entidades públicas o privadas que lo producen, “por tanto hay un mercado”.

Ibarra expresó que eso manda una señal no sólo a Estados Unidos o México, sino al resto del mundo en el sentido de que es cada vez más escaso este líquido, y, por eso, vale más internacionalmente hablando. Es una medida para que más adelante su mengua no se convierta en un problema mucho más fuerte de lo que ahora es.

Lejos de ser una mala noticia, es un indicador de que debemos hacer una gestión adecuada de nuestros recursos hídricos, concluyó.

La realidad sobre el agua, está a punto de mirarse en muchos lugares de México, y del mundo, recordemos lo que sucedió el año pasado en la Ciudad de Monterrey, y que este año amenaza también a la Ciudad de México.

Opiniones hay bastantes, algunas divergen, pero la cotidianidad nos dará que decir. El problema del agua en estos tiempos, aunque parecido al del pasado, ahora no es lo mismo, el conocimiento desde siempre ha existido.


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