Entierro humano intencional muy antiguo, en Kenia, África y el Sahara, que no siempre fue desierto.
Ubican en Kenia el entierro humano intencional más antiguo de África
Los restos de un niño de unos tres años de edad, fueron hallados a la entrada de la cueva de Panga ya Saidi, en Kenia, y fueron fechados en 78 mil años e antigüedad, lo que le sitúa como el enterramiento humano intencional más antiguo de África.
El yacimiento en Kenia, la cueva Panga ya Saidi, AFP
La investigación, liderada por el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh), el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana (MPI-SHH) y los Museos Nacionales de Kenia (NMK), se ha publicado en la revista "Nature" y se suma a la evidencia creciente sobre los que suponemos son de los primeros comportamientos sociales complejos del Homo sapiens.
Desde que comenzaron las excavaciones en 2010, Panga ya Saidi ha sido clave fundamental para investigar el origen de nuestra especie. “En cuanto visitamos Panga ya Saidi por primera vez, supimos que era especial”, afirma en un comunicado Nicole Boivin, investigadora principal del proyecto y directora del Departamento de Arqueología del MPI-SHH.
“El yacimiento es verdaderamente único. Las sucesivas temporadas de excavación lo sitúan como clave en la costa del este de África, con un registro extraordinario de 78 mil años de actividades culturales, tecnológicas y simbólicas.”
En 2013 se encontraron los primeros fragmentos de hueso, pero no sería hasta la excavación de 2017 cuando la cavidad en la que se hallaba el cuerpo quedó completamente expuesta. Se trataba de una cavidad circular situada a unos tres metros por debajo del suelo actual de la cueva, rellena de sedimento y una acumulación de huesos frágiles y muy degradados. Dada su delicadeza, el bloque fue estabilizado y escayolado en campo.
“En ese momento, no estábamos seguros de qué habíamos encontrado. Los huesos eran demasiado delicados para estudiarlos in situ”, señala Emmanuel Ndiema, de los Museos Nacionales de Kenia. “Estábamos entusiasmados con el hallazgo, pero pasaría un tiempo antes de que comprendiéramos su importancia”.
Una vez escayolado, el bloque fue transportado primero a Nairobi y luego a Burgos, para su excavación y análisis.
Dos dientes, visibles en la superficie durante la excavación inicial de laboratorio, llevaron a los investigadores a sospechar que los restos podrían ser humanos. El trabajo llevado a cabo por el Grupo de Antropología Dental del Cenieh, confirmó que pertenecían a un pequeño de 2.5 a 3 años, que fue apodado Mtoto, que significa niño en suajili.
El análisis microscópico de los huesos y del suelo circundante confirmó que, tras ser depositado en la cavidad, el cuerpo fue cubierto con tierra rápidamente, protegiéndolo así del deterioro y la desarticulación.
Pero, si ampliamos el paisaje, la información que se va acumulando, nos da otra muchas ideas, distintas perspectivas, veamos:
Los orígenes de nuestra especie han estado desde siempre rodeados de un cierto misterio, generando numerosos interrogantes entre quienes intentan descifrarlos. La incógnita ha perdurado, debido sobre todo, a la escasez de restos fósiles que permitan acceder a una información amplia y contrastada. Por lo tanto, pese a que el origen de los humanos anatómicamente modernos se ha debatido durante largas décadas, el lugar y la fecha aproximada donde surgieron, siguen siendo fuente de múltiples debates.
Hasta hace muy poco tiempo, la mayor parte de la comunidad de especialistas asumía que los fósiles más antiguos de nuestra especie (The Oldest Fossils Of Our Species) se correspondían con unos restos descubiertos en el valle Del Río Omo, al sur de Etiopía. En 2005, aplicando nuevos métodos, se calculó que su edad probablemente oscilaba en torno a los 195 mil años.
Fotografía Del Valle del Río Omo, tomada de Wikimedia Commons.
También era mayoritariamente admitido que, tras su origen en esa región etíope, la humanidad moderna empezaría su expansión por todo el continente mucho después. Hace aproximadamente 70 mil años, un reducido grupo de "Homo sapiens" habría emprendido un ambicioso camino: salir de África y aventurarse hacia territorios y horizontes cada vez más lejanos.
Durante la última década, sin embargo, los y las especialistas han empezado a tomar consciencia de que algunos fósiles recientemente descubiertos no acababan de encajar dentro de esa narrativa convenida tradicionalmente. Solamente que es factible, que fueran diversos los clanes o familias, que emigraron en distintas direcciones, quizás algunos de ellos viajaron a otros lugares del continente, y eventualmente, sin saberlo, hubo algunos grupos que salieron del continente africano.
Por el contrario, tal como ha expresado el reconocido escritor científico (catorce libros publicados) y periodista especializado en temas de "Evolución Biológica", Carl Zimmer (13 julio 1966) egresado de la Universidad de Yale en 1987, «hay hallazgos que parecen revelar que el origen de la humanidad moderna responde a un proceso mucho más dinámico de lo imaginado».
Tales sospechas se han visto acentuadas por un impactante artículo publicado el 7 de junio de 2017 en la revista "Nature". El trabajo describe el hallazgo de fósiles humanos notablemente antiguos en el sitio menos esperado: el norte de África. La comunidad científica mostró una justificada agitación porque los restos recuperados podrían modificar la historia evolutiva de Homo sapiens. Acerquémonos brevemente a este singular hallazgo.
Fotografía Craneo de Homo sapiens de Jebel Irhoud, tomada de WikiCommons
En una desértica montaña del norte de Marruecos, a cien kilómetros al oeste de la Ciudad de Marrakesh y en las proximidades de la costa atlántica, se encuentra un antiguo yacimiento llamado Jebel Irhoud. Después de intensas excavaciones a lo largo de varios años, el director del Departamento de Evolución Humana del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, el paleoantropólogo Jean-Jacques Hublin (30 noviembre 1953), egresado de la Universidad de Pierre y Marie Curie, lograba, junto a un especializado equipo de trabajo internacional, recuperar unos valiosos restos fósiles probablemente pertenecientes a Homo sapiens, acompañados de varias herramientas de piedra tallada.
Los miembros de dicho Instituto, tenían una larga tradición en excavar diversos yacimientos africanos con el fin de estudiar los "orígenes de la humanidad moderna en el continente africano, desenterraron en Jebel Irhoud los restos de cinco personas. Incluían partes de un cráneo y de la cara, una mandíbula y algunos dientes, además de otras muestras de la presencia humana. Colectivamente pensaron, tal como se refleja en el resumen publicado por Nature (Sumario Editorial), que el conjunto de estructuras afloradas permitía asignar los fósiles a las primeras fases evolutivas de Homo sapiens.
Participaba también un grupo de geólogos especialistas, quienes hicieron público en el mismo número de la revista "Nature", que los fósiles recuperados del yacimiento marroquí tenían unos trescientos mil años de antiguedad, lo que implica una fecha mucho más extendida de lo que se aceptaba paradigmáticamente.
Como sintetiza Ewen Callaway, que es reportero y Jefe de Redacción para Europa de esta prestigiada revista, el lugar se dató usando dos métodos diferentes: en primer sitio, la termoluminiscencia, que se uso sobre los utensilios de piedra hallados en el yacimiento, y se complementó con las medidas de radiactividad en los sedimentos. Sus resultados señalaron que todos los restos humanos encontrados tenían entre 280 mil y 350 mil años.
El asombro generado, fue grande, puesto que se ha pensado en los últimas décadas que la antigüedad de la especie data de un poco menos de doscientos mil años. Este nuevo dato sugería que la edad que Homo sapiens podría haber surgido, era de al menos 100 mil años antes de lo pensado.
Y no solo eso, sino que aventurándose se podría inferir que los procesos evolutivos que subyacen a la emergencia de los humanos modernos dejarían de estar confinados a la zona de la África Subsahariana.
Esto ocasiona dos innovaciones drásticas del modelo hasta ese momento asumido por la mayoría de la comunidad científica.
Antes de entrar en el movido debate que tales resultados generaron en la comunidad especializada, y también entre el público en general, nos parece de interés destacar a las científicas expertas que formaron parte del equipo que hizo el sonado descubrimiento.
En el artículo en cuestión, se contaba con el respaldo de once especialistas, de ellos cinco son mujeres.
Una de ellas, quizás la más acreditadas es Shara E. Bailey, quien se desempeña como profesora del Departamento de Antropología de la Universidad de Nueva York e investigadora asociada al Instituto Max Planck de Leipzig. Quien manifiesta que sus áreas de investigación y predilección son: Antropología Biológica anthropology; Paleoanthropologia; Morfología Dental y morfometría; Homínidos del Pleistoceno medio-tardío; Neandertales; orígenes humanos modernos; Evolución de los homínidos del Plio-Pleistoceno; en los continentes Europeo; Africano.
La doctora Bailey es una reconocida antropóloga dedicada al estudio de los dientes fósiles con el fin de intentar responder a numerosas preguntas sobre la evolución humana. Como ella misma ha especificado, «ya desde la primera mitad del siglo XX los especialistas empezaron a preguntarse si los rasgos dentales podrían contribuir a mejorar nuestros conocimientos sobre los orígenes humanos». La respuesta ha llegado en las últimas décadas, debido el aumento del número de dientes fósiles de homininos, junto a la mejora en la precisión de las técnicas utilizadas para analizarlos, hecho que los han convertido en objetos de estudio portadores de valiosa información., como nunca antes.
La especialista, que además forma parte del equipo editorial del acreditado "Journal of Paleolithic Archaeology", ha participado activamente en numerosos equipos de investigación internacionales, empeñados en la tarea del descifrado del mensaje contenido en dentaduras excavadas en diversos yacimientos.
Fotografía de la doctora Shara E. Bailey, tomada de Mujeres Con Ciencia
Citemos, a título de ejemplo, su colaboración en el estudio dental correspondiente a una nueva especie humana, el llamado "Homo naledi", del latín homo, «hombre», y del sesotho naledi, «estrella») es una especie de homínido extinto del género Homo que vivió en lo que ahora es, Sudáfrica, lugar donde fue descubierta y descrita en 2014. Asimismo, la científica contribuyó a la descripción de la inusual estructura dental detectada en un fragmento de mandíbula humana con dos grandes molares adheridos encontrada en una cueva localizada en el Tíbet e identificada en 2019. En la región siberiana de Altai, se encuentra un yacimiento hoy considerado clave para el estudio de antiguas poblaciones humanas, la "Cueva de Denisova", donde se han hallado restos fósiles de los homininos llamados "denisovanos". La comunidad científica piensa que estos homininos se extendieron geográficamente desde las estepas siberianas hasta los bosques tropicales del sudeste asiático y Oceanía. Pese a ese supuesto amplio rango espacio-temporal, hasta hace muy poco aquellos humanos arcaicos solo se conocían a partir de unos pocos fragmentos de huesos y algunos dientes, todos procedentes de la citada cueva siberiana.
En este contexto, en mayo de 2019, la revista "Nature" publicaba un celebrado artículo: este comunicaba que se había hallado la primera prueba física de denisovanos fuera de su cueva. Ciertamente, en una fría caverna situada al este de la meseta del Tíbet, sobre un acantilado a tres mil doscientos metros de altitud por encima del nivel del mar y mirando hacia un abrupto valle, se encontró un fragmento de mandíbula con dos grandes dientes adheridos a ella. Por su aspecto, se pensó que podría haber pertenecido al grupo de los enigmáticos homininos hallados en Rusia. El fósil, llamado "mandíbula de Xiahe" que significa "acantilado blanco" en cantonés, y que en realidad se conocía desde mucho antes. Para ser más preciso, en el año de 1980, lo descubrió un monje tibetano quien creyó que tenía algún sentido religioso porque el lugar era un santuario budista, por lo que decidió guardarlo cuidadosamente. La mandíbula permaneció almacenada durante largos años hasta que se donó a la Universidad de Lanzhou Gansu uno de los centros de investigación más importantes dependientes del Ministerio de Educación de China. Los meticulosos estudios de Shara Bailey desde la perspectiva de la evolución de las piezas dentales, han contribuido a demostrar la gran variabilidad desplegada por los homininos del pasado y su evolución.
Las valiosas contribuciones de esta experta al grupo de trabajo dirigido por su colega Jean Jaques Hublin en Jebel Irhoud, resultó de suma utilidad para completar y enriquecer las conclusiones alcanzadas por el equipo, contribuyendo también a fomentar el complejo debate generado.
Fotografia. Adeline Le Cabec, Sarah E. Freidline, Inga Bergmann y Katerina Harvati. Tomada de Mujeres con Ciencia
Trabajando en la misma línea que Shara Bailey, colaboró la investigadora postdoctoral del Instituto Max Planck, Adeline Le Cabe, especializada en morfología dental de humanos modernos y neandertales. Sus hallazgos se han podido interpretar en el marco de una hipótesis que sugiere: el uso de los dientes como herramientas, es decir, que también podrían usarse como si fuesen una «tercera mano», además, claro está, de su habitual función masticatoria, situación posiblemente desarrollada en el transcurso del desarrollo por los mamíferos. Así mismo Inga Bergmann, quien está graduada en Arqueología, y tuvo la oportunidad de formar parte del grupo que excavó en Jebel Irhoud gracias a su proyecto de tesis doctoral. Éste estaba basado en el análisis de la variabilidad morfológica y la evolución de la mandíbula de "Homo sapiens" y sus antepasados. Como explica la entonces doctoranda: "la mandíbula representa el hueso más fuerte y duradero de nuestro esqueleto, por lo que constituye un objeto de investigación muy valioso cuando se extrae de los yacimientos fósiles". Y también participo desbocadamente la acreditada paleontropóloga Katerina Harvarti profesora de la Universidad de Tübingen, cuyo historial de logros y publicaciones es demasiado extenso.
Asimismo, el equipo de Jebel Irhoud contó con la participación de la doctora en antropología por la Universidad de Nueva York, Sarah E. Freidline, quien es una antropóloga biológica que se especializa en paleoantropología, recibió su doctorado en 2012 trabajando conjuntamente en el Centro de Graduados de la Universidad de la Ciudad de New York (CUNY) y el Instituto Max Plank de Antropología Evolutiva (MPI-EVA). Entre los años 2012 y 2020, trabajó como investigadora postdoctoral en el (MPI-EVA) en el Departamento de Evolución Humana. Su investigación se centra en la evolución y el desarrollo de la morfología craneofacial humana. Ella aplica métodos de vanguardia para interpretar el crecimiento craneofacial en especies fósiles que van desde "Homo erectus" hasta "H. neanderthalensis" e inclusive el "H. sapiens", con el objetivo final de comprender mejor la evolución del rostro de los humanos modernos. Para ello combina métodos morfométricos geométricos e histología de superficies para cuantificar cambios de forma macro y microscópicos. Además, como los huesos fósiles casi siempre están dañados, una gran parte de su trabajo consiste en la reconstrucción virtual de fósiles.
Esta joven científica explica, en la página web del Instituto Max Planck, que ha enfocado su investigación en las variaciones de las estructuras morfológicas craneales y faciales; tales estudios tienen entre sus fines el descubrir "las relaciones filogenéticas (de parentesco) entre los humanos modernos africanos y los de Eurasia durante el Pleistoceno Medio (780 mil - 120 mil años atrás]". Sus aportaciones contribuyeron a describir los restos de cráneo y cara hallados en el yacimiento marroquí, alimentando el debate sobre su pertenencia a humanos modernos.
En este sentido, el paleoantropólogo del Departamento de Evolución Humana del Instituto Max Planck, coautor de los nuevos estudios sobre fósiles humanos publicados en Nature, , Philipp Gunz ha detallado al ya mencionado Carl Zimmer, que: "no hemos evolucionado en una única “cuna de la humanidad” situada en algún lugar del este de África". Por el contrario, insiste el experto con firmeza, debería admitirse que "hemos evolucionado en múltiples lugares del continente africano". Y se ha sumado a esta idea, el acreditado paleoantropólogo Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres y coautor de un artículo "News & Views", publicado en la misma revista, quien se muestra convencido de que los huesos del yacimiento marroquí sí pertenecen al linaje de "Homo sapiens". El especialista se ha expresado en los siguientes términos: "Marruecos pasa de ser considerado un remanso en la evolución de nuestra especie a tener una posición prominente".
La relevancia de estas afirmaciones llevó el yacimiento de Jebel Irhoud a la mayor parte de los medios de comunicación del mundo, removiendo considerablemente el debate en torno a nuestros orígenes. Como suele suceder con los hallazgos espectaculares, no toda la comunidad de especialistas se mostraría de acuerdo con las hipótesis de trabajo. Hay quienes dudan seriamente que los fósiles hallados pertenezcan a representantes tempranos de "Homo sapiens".
Entre las voces discrepantes, las que no piensan se deban incluir los nuevos restos dentro de nuestra especie, se encuentran especialistas de reconocida autoridad. Como por ejemplo, el paleoantropólogo Jeffrey H. Schwartz, de la Universidad de Pittsburgh, en Pennsylvania. Él considera que los hallazgos, son importantes, pero, no está convencido de que deban ser considerados Homo sapiens. En su opinión, se han incorporado demasiados fósiles de aspecto diferente en el mismo grupo, complicando los esfuerzos para plantear escenarios sobre cómo, cuándo y dónde surgió nuestra especie; y así lo ha manifestado con claridad en diversos medios.
También el doctor en Biología José María Bermudez de Castro, uno de los codirectores del "Proyecto Atapuerca", duda que estos fósiles puedan catalogarse como los más antiguos de nuestra especie. El doctor profundiza, explicando que: "La cabeza no se corresponde del todo con "Homo sapiens". Tiene un "neurocráneo", esto es, la parte donde se alberga el cerebro, que no es exactamente igual que el nuestro. Es más aplanado. nuestra especie se caracteriza por tener un cráneo más esférico".
En la misma línea, la respetada doctora María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH), opina que la falta de los rasgos que definen a nuestra especie –como un mentón y una frente prominente– e indica que los restos de Jebel Irhoud no deberían ser considerados Homo sapiens. La experta ha concluido que para ella estos son “presapiens”, hasta que se demuestre lo contrario.
Fotografía Frontal del craneo Jebel Irhoud de Homo ,sapiens tomada de WikimediaCommons
A mi entender lo dicho por la antropóloga Jessica Thompson de la Universidad de Emory en Atlanta, y recogido en la sección de Ciencia del periódico The Guardian por su editor Ian Sample: ".. los fósiles de Jebel Irhoud dan una visión directa de la apariencia de los primeros miembros de nuestra especie, así como de su comportamiento. Sin embargo, opina que los rasgos de cara «no son como los de una persona hoy viva […], pero definitivamente sí se reconoce como humana». Parecería que en África, "nuestra evolución estuvo caracterizada por numerosas especies diferentes viviendo todas al mismo tiempo y posiblemente incluso en los mismos lugares".
Lo que es un criterio, que si bien no da la explicación exacta y que apoyada en la linealidad de la evolución, es un argumento que rebasa, ese viejo paradigma, que aún busca "un eslabón perdido", que de la transición a los seres humanos en un solo paso.
En otro aspecto, el análisis genómico de estos fósiles, podría establecer claramente si estos forman o no parte del linaje que conduce a los seres humanos modernos. Pero el equipo de investigación del Instituto Max Planck ha revelado que sus esfuerzos para obtener ADN de los huesos recuperados de momento han fallado. Los infructuosos resultados podrían deberse a la difícil conservación del material genético a temperaturas cálidas. El equipo investigador, sin embargo, no ha cejado en su objetivo; se muestran convencidos de que nuevos hallazgos, sumados a la mejora de las técnicas empleadas, puedan propiciar en tiempos próximos algún avance. Se dejará la última palabra para el futuro, quizás no muy lejano.
El genetista del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, Carles Lalueza-Fox (1965), uno de los mejores expertos mundiales en "ADN antiguo", ha manifestado cierto recelo ante la posible edad de los fósiles hallados en Jebel Irhoud. En una conversación explicaba que: "el que haya restos parecidos a los primeros "Homo sapiens" no es incompatible con el hecho de que las estimaciones genéticas realizadas hasta ahora sigan situando el origen de la diversidad genética actual en unos 200 mil años, el panorama del ser humano en África en los albores de nuestra especie es mucho más complejo de lo que habíamos pensado. Probablemente coexistieron formas muy diversas con morfologías más o menos modernas, junto con otras más primitivas, y sin duda por todo el continente".
Por su parte, el doctor en ciencias geológicas del Instituto Geológico y Minero de España, Juan Cruz Larrasoaña (1966), que ha colaborado en la reconstrucción del clima del norte de África durante el Paleolítico, explicaba : "el Sahara no siempre fue una barrera […]. Aparecerán fósiles de edades insospechadas en lugares inesperados. Y cada hallazgo desmontará algún paradigma".
Actualmente nos preguntamos, cuáles fueron los factores y cómo sucedió la dramática transformación de esa región, al norte de África, al vasto y polvoriento desierto que conocemos.
Esto es objeto de debate entre la comunidad científica, si bien, hay muchos científicos que concuerdan en que el cambio sucedió hace unos cinco mil años, como producto de un fenómeno cíclico de mayor a menor insolación.
Imagen de satélite de los Antiguos Lagos en el actual territorio del Sahara, tomada Pinterest.
Existía un clima favorable para una fértil flora y la consecuente fauna, así como una prosperidad humana, la que fue desencadenada por la cercanía del Sol a la Tierra durante los meses de verano que produjo cambios de insolación. La zona norte de África, el territorio del actual Sahara se volvió verde cuando se dejó atrás el período glaciar. El Sol de Verano se volvió más fuerte hace unos nueve mil años y trajo una serie de repercusiones.
Hay un antecedente al respecto, pues otra investigación, publicada en mayo de 2008, estima que la región se convirtió en el desierto más cálido del mundo hace apenas 2,700 años y que el cambio fue mucho más lento. Los autores de ese estudio, un equipo internacional liderado por el doctor Stefan Kröpelin, de la Universidad de Colonia, en Alemania, tomaron muestras de sedimento del Lago Yoa, en el norte de Chad. Con los datos recopilados construyeron una historia geológica que sugiere un proceso gradual de desertización que "continúa hasta el día de hoy". Esa investigación data el desierto desde hace dos mil setecientos años, pero estima, que los seres humanos abandonaron estas áreas que se estaban desertizando mucho antes, a medida que cambiaba el clima, y la flora y la fauna que eran su sustento se trasladaba, a otras regiones.
Uno de los estudios sobre el particular, recientemente publicado, conjuntamente por investigadores de la Universidad de Estocolmo, y las Universidades de Columbia y Arizona, analizó la sedimentación marina en el norte de África para encontrar un patrón de lluvias.
Declaró el doctor Francesco Pausata, climatólogo del Departamento de Meteorología de la Universidad de Estocolmo y coautor de este estudio: "La precipitación anual en el Sahara Occidental pudo haber sido de hasta dos mil milímetros más de los que es hoy en día, con una vegetación parecida a la de la actual parte sur de Senegal. Cuando el Sahara se calentó, las lluvias monzones se volvieron más fuertes, lo que condujo a una mayor vegetación que, a su vez, redujo las emisiones de polvo y disminuyó la reflexión de la luz promoviendo más precipitación. Ese reflejo de luz solar, ya sea de la superficie de la tierra o del polvo que flota en la atmósfera, se conoce como albedo y es uno de los factores más importantes en la aridez de una región.
Ese intenso albedo, la luz reflejada del color crema claro en la superficie del desierto y también por el alto contenido de partículas minerales en el ambiente es lo que ha contribuido a la desertificación del Sahara.
Senegal, ubicado en el occidente de África, actualmente forma parte del Sahel, que es un cinturón ecoclimático y biogeográfico, de transición entre el actual desierto del Sahara en el norte y la sabana sudanesa en el sur, que atraviesa el continente africano de costa a costa.
"Presumo que los animales que hoy en día pastan en el Sahel hubieran podido vivir hasta en los extremos norte del Sahara occidental, como los ñus y las gacelas. La parte oriental pudo ser un poco más seca, mas de pastizales arriba del paralelo 25 norte.", añadió el doctor Pausata.
En cuerpos de agua aislados se han encontrado especies de peces estrechamente relacionadas que no tienen manera de contacto, tomada de Getty Images.
Otros investigadores, sin embargo, plantean una vegetación más frondosa, con árboles y lagos donde rondaban grandes animales. "La evidencia fósil y de polen es bastante clara. El Sahara tuvo cuerpos permanentes de agua, sabanas, praderas y hasta algunos bosques. Se han encontrado fósiles de grandes animales que hoy ya no se ven en vida en el Sahara. Cocodrilos, elefantes, hipopótamos, y asentamientos humanos antiguos también dejaron evidencia de una amplia fauna. Vemos arte rupestre que representan jirafas en medio del Sahara. Ahí también encontramos anzuelos antiguos, sugiriendo un estilo de vida profundamente diferente de cómo se viviría actualmente en esa parte del desierto. En los pocos y muy asilados cuerpos de agua que todavía existen, se encuentran peces de la misma especie, estrechamente relacionados pero sin manera moderna de contacto. Eso sugiere que, en el pasado, hubo vías acuáticas que los comunicaban"., aseguró el doctor David McGee, profesor del Departamento de Ciencias Atmosféricas, Planetarias y de la Tierra del Massachusetts Insititute of Technology (MIT), quien es profesor en dicho departamento universitario. Y compara esa vegetación del Sahara verde con la del actual Serengueti, en Tanzania. Aunque nos resulta muy difícil determinar qué tan extensa era esa vegetación, y termina indicando que estima que el panorama descrito se extendió bastante al norte del Sahara, lo que hoy es Libia central, Argelia central y Egipto central.
Y nos dicen que es algo que sucede más o menos a un ritmo de cada veinte mil años, de acuerdo a cambios en la órbita de la Tierra. Pero, en cuánto tiempo se volvió árido está bajo investigación, recalcó el doctor Francesco Pausata. Una de las teorías sostiene que el territorio del Sahara pasó de ser verde a un desierto súbitamente, en cuestión de solamente un par de siglos, lo que lo sitúa como uno de los cambios climáticos más dramáticos en la Tierra.
El profesor David McGee, es de la idea de que el período del "Sahara Verde" no sólo ocurrió entre hace 5 mil a 10 mil años. También ocurrió hace unos 125 mil años y, en ese entonces, no hubo interferencia humana pero sí ocurrió la transición de húmedo a árido.
Reconoce que los humanos pudieron haber tenido, hace diez mil años, alguna influencia en la desertización, pero no era lo único que estaba ocurriendo. "Definitivamente no. Los otros factores (como los cambios cíclicos según el acercamiento de la Tierra al Sol) ya estaban ocurriendo de manera natural".
Este es el Serengueti ¿Habrá sido así el Sahara hace cinco mil años?, tomada de BBC News
Y, si el fenómeno es cíclico, se podría suponer que el Sahara regrese a ser verde otra vez, aunque la actividad humana del mundo moderno sí tendría que tomarse en cuenta, afirmó Francesco Pausata. "En unos miles de años, el ciclo se repetirá. El problema ahora son las fuerzas antropogénicas, la influencia humana que será un efecto más, fuera de la variación natural, que podría cambiar el equilibrio en el futuro del planeta, no solo en el Sahara", concluyó.
Resulta claro que la controvertida cuestión sobre nuestros orígenes está todavía alejada de un consenso amplio. Flota en el aire una candente pregunta: ¿Tendrá que volverse a escribir la historia evolutiva de Homo sapiens? Responderla representa un estimulante desafío, y en este nuevo reto que la ciencia brinda, igual que en otras áreas de investigación, seguro que las científicas seguirán jugando un papel tan destacado como imprescindible.
Tal vez, la historia evolutiva de la especie Homo sapiens, no se reescribirá, pero con nuevas miradas, ampliando los puntos de vista, quitando paradigmas, modificando la perspectiva que hoy se asume, y las cosas, entonces, cambiaran para bien de la humanidad, al explicarnos a nosotros mismos nuestro origen de una forma menos pretensiosa.












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