El Telar Mágico me ha guiado a conocimientos poco difundidos
Fue durante el año de 1985, que llegó a mis manos el libro de Robert Jastrow "El Telar Mágico", en español del original "The Enchanted Loom" de 1981. Sin lugar a duda uno de los libros que más influencia me dejó. A mis 27 años, sus palabras hicieron volar mi imaginación y en buena medida sembraron mi gusto por los temas en él incluidos, que aún perduran entre mis temas de investigación y admito que nunca han coqueteado con el olvido.
Tan grande fue el impacto, que para julio de 1986, realice un pequeño ensayo para la revista interna "Dialogo", que patrocinaba la aseguradora en que laboraba por ese entonces, y que más abajo reproduzco, con la intención de que se conozca como se abordan temas fascinantes, de acuerdo a los adelantos alcanzados en aquella lejana época y con la inocencia brotada por mi edad.
Y como siempre digo: "La inocencia es nada más ignorancia beatificada"
Todo esto sale a relucir en el presente, treinta y dos años después de la lectura del libro, pues el pasado ocho de febrero se cumplieron diez años del fallecimiento del muy reconocido Robert Jastrow, Doctor en Física Teórica y considerado el mejor astrofísico de su tiempo, nacido el siete de septiembre de 1925 y fallecido, como antes mencione el ocho de febrero de 2008.
Para ejemplo, citó algunos fragmentos de lo que escrito en su libro:
"El hombre desciende de las estrellas, puede rastrear sus orígenes hasta una nube interestelar, que se condenso a partir de los gases y del polvo de la galaxia hace 4,600 millones de años. Según la reconstrucción que los científicos han hecho de la historia del Génesis, cada grano de roca, cada molécula de agua y cada cosa viviente que existe sobre la superficie de la Tierra desciende de los átomos de esa nube paterna."
La Via Lacteal observada y habitada por un Homo
"la mayoría de los huesos del esqueleto humano puede ser rastreado en el pasado, hueso por hueso, hasta encontrar los correspondientes en nuestros antepasados peces."
Huesos de la mano humana.
"Cerebro olfativo, base del crecimiento de la corteza cerebral humana, Las funciones superiores del pensamiento residen en la arrugada capa exterior del cerebro conocida como corteza cerebral, esta región creció a partir de una zona dedicada al análisis de los olores en el cerebro del pequeño mamífero de los bosques que vivió hace cien millones de años. El cerebro de la musaraña de trompa, se parece al de los pequeños que vivieron en la época de los dinosaurios, pues llevaban una vida nocturna, y el olfato era lo más importante que la vista...Pero en su cerebro fue creciendo gradualmente una fina capa de materia gris, llamada "neopalio" o nueva capa. En el transcurso de cien millones de años evolucionó para convertirse en la masiva corteza cerebral de los humanos. En nuestro cerebro las sensaciones olfativas son las únicas sensaciones que pasan directamente a la corteza cerebral, todas las demás pasan primero a un centro de recepción llamado "tálamo", para una revisión preliminar. Esta comunicación directa explica la razón por la cual un olor puede evocarnos recuerdos extraordinariamente vividos de acontecimientos pasados."
"Cerebros y computadoras están haciéndose más similares de lo que nadie hubiera creído hace tan sólo unos años. Cada uno de ellos es una máquina pensante que opera sobre la base de pequeños impulsos eléctricos que viajan a través de cables, para el cerebro los cables son los axones y dendritas de las neuronas, que conectan al cerebro con el resto del organismo. Las investigaciones recién comienzan, pero el ritmo de avance es asombroso..."
"Si el pasado sirve de alguna guía para el futuro, la humanidad está destinada a tener un sucesor aún más inteligente. ¿Qué forma adoptara nuestro sucesor? ... La nueva forma se está creando...En una forma artificial, hecha de chips de silicio en lugar de neuronas y sin embargo piensa, recuerda, aprende por la experiencia responde a los estímulos... es una computadora."
Y ahora el ensayo:
En
muchas ocasiones parece sorprendernos el hecho de que los niños
tengan comportamientos tan inteligentes como cualquier adulto, a
pesar de su corta edad. Olvidamos que la diferencia entre ellos y
nosotros radica, no en la manera de pensar, sino en la poca
experiencia que tienen sobre las situaciones que nosotros hemos
vivido.
El
cerebro joven es, morfológicamente, como el de un adulto, pero tiene
una característica: millones de neuronas en blanco, listas para
captar información.
Una
de las diferencias del ser humano con el resto de los mamíferos, la
constituye la total ineficiencia de los humanos para sobrevivir por
si mismos durante un período de tiempo llamado niñez, que es mucho
mayor que la de cualquier otro ser vivo.
Este
hecho, aparentemente simple, es en realidad una exigencia de nuestro
cerebro, una cualidad que nos sitúa al frente de la inteligencia del
planeta. Para nuestro conocimiento actual, las teorías sobre la
evolución han completado en forma satisfactoria, una respuesta
científica a la evolución del cerebro y sus capacidades.
Las
primeras moléculas que presagiaron la vida en la Tierra, aparecieron
-según la ciencia oficial- gracias a las probabilidades, de las
cuales la realidad es sólo una; aunque Einstein decía: “Dios no
acostumbra jugar a los dados.”. Sin embargo, la ciencia actual
tiene que aceptar la probabilidad como respuesta. Así que el inicio
de la vida es algo dado al azar, mas no el comportamiento de la vida.
La
conclusión es clara: sólo un animal que se ve forzado por su medio
ambiente a buscar nuevas soluciones al problema de ser depredado o en
la búsqueda de mejores condiciones de vida, se verá en la necesidad
de adaptarse (palabra clave en la evolución), a nuevas opciones para
sobrevivir y, de éste modo, por medio de la herencia genética,
desarrollar las habilidades precisas para hacer de la especie una
forma de vida perdurable. Es así como se entiende que hace millones
de años, las formas de vida establecidas fueron modificándose, poco
a poco, cualidad por cualidad mediante miles de generaciones para
desembocar en especies superiores. Fue entonces cuando los organismos
llegaron a ser independientes, pero unicelulares. El siguiente paso
lo constituyó la unión de dichos organismos en colonias que
permitieron un acoplamiento tal, que al cabo del tiempo, empezó a
especializar el trabajo. Millones de años transcurrían mientra
sucedía este cambio. Hasta ese momento toda la vida se desarrolló
dentro del agua; ningún organismo se había lanzado a llevar su
existencia sobre la tierra. Pero con el agrandamiento de tamaño de
los seres vivos (resultado de la misma evolución, ya que esto
provoca menor aliciente para los depredadores y el aumento en el
número de individuos deseosos de sobrevivir, aún a costa de otras
especies) hubo quien se lanzó a la conquista de la tierra; primero
los miembros del reino vegetal, y tiempo después los insectos.
Con
la existencia de alimento fuera del agua, sin otros individuos que la
pelearan, ni depredadores de quienes cuidarse; una especie de peces
buscó en lo sólido un nuevo hábitat. Entonces, estos intrépidos
desarrollaron miembros para caminar, y aparecieron en la faz de la
tierra los Anfibios. Por procesos análogos, los reptiles y, de
estos, dos grandes grupos: los dinosaurios y los mamíferos. Las
condiciones eran propicias para los primeros y su dominio orilló a
los mamíferos a refugiarse en la obscuridad, y a desarrollar el
cerebro olfativo, primera inteligencia de cuyas ventajas aún
disfrutamos: un aroma, un perfume, nos llevan a identificar una época
de nuestra vida o algún lugar.
Cuando
algún mamífero percibía el aroma dejado por otro animal sabía ya,
basado en la experiencia, si se enfrentaba a algún enemigo, a otro
de su especie o al llamado de la compañera. Entonces determinaba su
actitud de acuerdo con esa experiencia: huir, pelear o iniciar el
apareamiento; también le era útil para identificar su alimento. Es
decir poseía una serie de opciones para comportarse.
Al
mismo tiempo que se inició el desarrollo del cerebro olfativo,
comenzó la capacidad para analizar y distinguir los ruidos
nocturnos. El cerebro seguía creciendo y para llevar a cabo estas
funciones, se necesitaban circuitos adicionales, con el fin de
interpretar correctamente, de donde provenía y la distancia que
mediaba entre él y el ruido.
En
ese cerebro se desarrolló también el instinto de la paternidad
responsable, característico del metabolismo de sangra caliente
caliente, ya que no se tiene una gran cantidad de progenie en una
sola camada, esperando que la selección natural deje a los más
fuertes y perezcan los débiles, como sucede con los reptiles. Los
padres se preocupan de la sobrevivencia de su prole, y les enseñan
todo aquello que no contempla la información genética y que es
vital para sobrevivir.
Esto
provoca que se necesita información adicional para la existencia y
la existencia produce la necesidad de contar cada día mayor
información; en un círculo vicioso que emana evolución en aquellos
seres que la buscan.
Con
un cerebro más grande y en expansión de actividades se consume gran
cantidad de energía, entonces ésta se genera en forma continua,
puesto que el cerebro inteligente llega a consumir diez veces más,
por kilogramo de peso, que el resto del organismo. Esta es la razón
de ser del metabolismo de sangre caliente.
En
ese momento, se presentó un hecho singular. Los mamíferos poseían
un cerebro más completo y sin embargo, sucedió que los animales que
tuvieron la supremacía fueron los dinosaurios. Sólo su extinción
permitió el paso de ésta a los mamíferos, ¿será acaso que lo que
concluimos de su cerebro es falso?
El Primer Dinosaurio
Con
el cambio en la supremacía del reino animal, de los dinosaurios a
los mamíferos, los hábitos de estos últimos se modificaron. Ya no
vivieron al amparo de la noche, sino que su actividad se desplegó a
la luz del sol y se inició el desarrollo del cerebro visual, el cual
se inspiró en lo producido en el desarrollo del cerebro olfativo. Es
decir, se obtuvo no un cerebro sin opciones para el comportamiento,
sino que desplegó la posibilidad de escoger comportamientos de
acuerdo con la experiencia.
Pensemos
en un mamífero que camina por el bosque, debe buscar en los árboles
contiguos la presencia de otros animales, quizá posibles enemigos.
De acuerdo a su experiencia sobre otro árbol ya observado
anteriormente, el mensaje llevado del ojo, que es una extensión del
cerebro, a las neuronas situadas en el mismo o a las que se localizan
en la corteza cerebral, debe otorgar una respuesta: “árbol tal y
como se observa cuando no hay otra criatura, nada anormal, continua”,
o “árbol cuyo follaje no corresponde a un árbol sino a dos formas
de vida, es anormal, huye”. Como ocurre en un rollo de película,
en donde quedan grabadas las imágenes que se van tomando, así
sucede con lo que se observa; sólo que no hay película, sino
neuronas que almacenan información. Al tener una nueva imagen ésta
es comparada de inmediato con lo grabado anteriormente. Si no se
tiene conocimiento de esa imagen se graba; en caso contrario se
desecha pues no es útil como información.
Pero
debemos considerar que el tiempo que transcurre entre la recepción
de la información y la respuesta, no debe ser muy largo, ya que de
ser así, la reacción sería lenta... y no se puede ser lento si se
desea sobrevivir.
Pensemos
entonces en la imagen que recibe nuestro ojo, el cual contiene
millones de células que captan información: tanta que ni el
cerebro humano puede digerirla en forma absoluta. Como la respuesta
tiene que ser rápida, entonces el cerebro no trabaja a la certeza
sino al “casi”. Por ejemplo si un 65% (por decir una cifra) de la
información al ser comparada con la que ya existe en el cerebro da
“si”, entonces se actúa conforme a un “si”. Sí esto no
sucediera, pensemos que el comportamiento sería catastrófico, pues
caería en los extremos: demasiado aprensivo o, por el contrario tan
tolerante que pondría en peligro la existencia.
Y
el cerebro siguió creciendo. El siguiente paso lo constituyó el
cambió a la vida arborícola, con múltiples ventajas y algunas
desventajas, ya que había que medir bien la distancia entre una rama
y otra, entre un árbol y otro, puesto que un salto en falso ponía
en peligro la vida. Esta desventaja propició un desarrollo mayor en
el cerebro visual, y por otro lado, llevó a que los ojos se ubicaran
en el frente de la cara, lo que permitía una visión más exacta del
mundo, ya no el mundo dividido en dos, como sucede para los animales
que tienen un ojo que domina el lado derecho y otro el lado
izquierdo.
¿Quién
fue el primero que tuvo la idea de ya no bajar del árbol? No lo
sabemos, quizá tenía las garras (por mutación), propicias para
ello o era tan intrépido como aquel que se atrevió a salir primero
del agua.
Otro
requerimiento se presentó cuando los primates iniciaron la etapa
arborícola debida a la necesidad de identificar los colores. La
diferencia entre continuar con vida o morir se constituyó en
distinguir a tiempo la presencia de otro animal; detectar su estancia
en aquel árbol donde se desarrolla el alimento favorito, era vital.
Las trampas de los depredadores y las argucias de las víctimas
provocaron una sofisticación del cerebro en ambas líneas de
supervivencia.
Por
otro lado se presentaron importantes cambios morfológicos en la
estructura de los organismos de los primates: la garra delantera se
transformó, poco a poco, en una mano hábil, con movimiento en la
muñeca de tal manera que la mano giraba permitiendo así que pudiera
balancearse en las ramas. Cambios de igual importancia se produjeron
en la cadera y el hombro, todo lo cual trajo como resultado la
aparición del antropoide, que generó dos familias: los simios y los
homínidos.
La
mano del primate se sensibilizó en el antropoide, lo que repercutió
en un crecimiento cerebral. Sin embargo, sucedió un cambio en el
clima mundial, del cual se sabe muy poco, desaparecieron los
vestigios de la transformación. Así, nos encontramos con que los
curiosos e inteligentes antropoides abandonaron la vida en los
árboles, regresaron a las praderas. Se constituyeron en buenos
cazadores, compitiendo con otros predadores, mas esto no se daba por
casualidad, los antropoides ya no apoyaban los nudillos en el piso
para desplazarse, movimiento característico de los simios, sino que
caminaban en dos extremidades, quedaban libres las superiores. Nuevas
e interesantes posibilidades de desarrollo se dibujaban sobre el
futuro de esta especie.
No
tenían garras, tampoco fuerza física, pero competían por las
presas con éxito contra otros predadores que si poseían estas
características, basados sólo en su habilidad. Los homínidos
habían aparecido en la faz de la Tierra. Este tipo de ser se ha
clasificado como “Australopithecus”, que significa del griego:
“mono del sur”. Uno de los descendientes de este homínido fue el
llamado “Australopithecus robustus”, que se extinguió sin dejar
descendencia debido a que no pudo competir con un pariente suyo,
descendiente también del “Australopithecus”, este pariente se ha
clasificado como “Homo erectus”, que se considera el primer
humanoide, ya propiamente dicho, que apareció.
Este
Homo poseía una aserie de cualidades mágicas: manos fuertes, pero
dúctiles; podía sujetar con fuerza y manejar con habilidad y
delicadeza objetos pequeños; sentidos altamente desarrollados; pero,
sobre todo, contaba con pensamiento abstracto. Podía imaginar un
mazo que se insinuaba en alguna maciza rama, algo con que cortar
cuando observaba una piedra filosa. En otro aspecto, no olvidaba sus
descubrimientos: recordaba que la piel del animal que sirvió de
alimento le ayudaba a protegerse del frío, y que la oscuridad
retrocedía ante la magia del fuego.
Por
supuesto, no todos los miembros de la raza tenían estas cualidades,
pero los que las poseían fueron los que se alimentaron mejor,
produciendo más y mejor descendencia, la cual hizo de estas
habilidades su mayor riqueza: buena memoria, mente rápida, recursos
e ingenio; la imagen de la inteligencia, la cual tiene su sede en el
cerebro, característica del Homo sapiens. Estos hombres iniciaron el
crecimiento exponencial de la inteligencia por medio de un proceso
interesante, llamado retroalimentación positiva. Al obtener mayor
importancia en la vida diaria las herramientas inventadas, sucedió
un crecimiento en la habilidad del manejo de éstas, y esto impulsó
que se inventaran mejores herramientas: a mayor inteligencia más
habilidad, y a mayor habilidad más inteligencia.
Nuestro
cerebro es el resultado de la conjunción de los cerebros de reptil,
del mamífero y de la evolución del primate y del homínido, cada
uno con mayor capacidad para almacenar información que servirá para
hacer nuestro comportamiento razonado y no instintivo, aún cuando
nuestros instintos duerman en el cerebro primitivo, para aquellos
momentos en que sea necesario hacer uso de ellos por cuestiones de
supervivencia.
Resulta
claro entonces que desde el punto de vista biológico la infancia se
sustenta por ser la época de la vida en que aprendemos lo necesario
para sobrevivir, y llegado el momento preciso empezar a operar las
cualidades que posee el cerebro: pensamiento abstracto, imaginación
sensibilidad y habilidades físicas de precisión. En otras palabras,
el proceso necesario para constituir el cerebro en el telar mágico
que mueve a la humanidad.
En
el telar se han tenido obras interesantes, pero todas y cada una de
ellas se ha dado por la capacidad de su creador de buscar algo nuevo,
tal y como el proceso evolutivo de la humanidad lo demuestra.
El
siguiente paso en el camino evolutivo de la inteligencia lo estamos
escribiendo ahora y el resultado, como siempre, no será inmediato.
Se llevará tal cantidad de tiempo, que seguramente no lo veremos
nosotros. Pensamos, por lo tanto, que debemos mostrar una actitud
abierta a las innovaciones y cambios. De no ser así, podríamos
quedar como tantas especies extintas.
Lo
que no podemos negar es que el siguiente impulso lo darán nuestros
hijos. No les cerremos el camino sólo por miedo al cambio.
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